RE-APRENDER A VER, ESCUCHAR Y PENSAR SERIAMENTE EN LA REALIDAD QUE TENEMOS
Los mejores argumentos para formar a las generaciones de hoy, es la propia realidad humana y social que se tiene, porque de ella se aprende a Ver, Juzgar y Actuar en la historia y generar novedad, sin que esta, se presente como una ideología obligante y hostigante a identificar parte de la realización humana; de aquí, se aprender a entender lo injusto que humanamente se ha sido, pero también lo supremamente buenos que se puede llegar a ser ayudando a la dinamización de los colectivo, los unos a los otros.
La Colombia de hoy tiene muchas realidades que concretamente no se pueden desentender del panorama colectivo de quienes formamos este país, circunstancias como: las Guerrillas de las disidencias de las FARC y el ELN y sus constantes abusos a la población el surgimiento prudente del paramilitarismo, la Violencia sistematica contra los activistas comunitarios, el cual, queda bajo la sobra d el impunidad, la aplicación de los acuerdos de Paz con el FARC y el Estado colombiano, el cual, va en una marcha procesional muy lenta, el descontento social que se materializa en una educación pública desde la secundaria hasta la superior, con una inversión limitada en capacitación docentes y de infraestructuras dignas en los territorios rural y urbano, un sistema de salud pública y privada colapsada, una inestabilidad en el empleo y la seguridad alimentaria y el poco impacto de políticas sociales del nuevo gobierno; por otra parte, la Migración desde Venezuela que ha traído un impacto social y política que pone en jaque las relaciones diplomáticas de ambos Estados, la inseguridad vista desde varios ámbitos y todo un sinnúmero de situaciones que afectan y ponen en riesgo el desarrollo del ser humano desde su nacimiento hasta su natural muerte; tos estas situaciones en su interior generan un impacto histórico que pone en evidencia que nos estamos tan bien como decimos estar, y que por ende, no podemos ignorar la realidad y utilizar analgésicos que nos hagan olvidar el sufrimiento y el dolor que causa cada una de estas realidad cando la construcción de respuestas no son asumidas de manera inmediata por parte de cada uno de nosotros.
Sin caer en el pesimismo ante la realidad compleja del país, muchos en esta sociedad están desconectados y desinteresados, porque “tienen ojos y no ven, tienen oídos y no escuchan” (Mc 4,12); tal actitud va generando un estancamiento social, ya que, hace poco práctico la construcción de respuestas que desde lo colectivo se deben impulsar hacia las grandes trasformaciones que se necesitan, y mucho más, porque se siguen un sistema político que cerrada sus puertas, no permite a la sociedad popular aportar iniciativas (no populistas, ni mesiánicas terrenales, ni politiqueras) que promuevan una sociedad distinta, equitativa y solidaria; a esto, se le debe sumar el sistema y/o la cultura individualista en que se ha caído, solo surten los interese personales buscando estar siempre por encima de los colectivo, violando así, todo tipo de derechos que se promueven políticamente pero que socialmente son incumplidos; esto refleja la manera abrupta en el que el conflicto se alimenta y promueve la violencia y de paso la muerte.
Si bien, cada historia marca su momento coyuntural, y más en esta segunda década del siglo XXI, los hombres y mujeres de Fe cristiana están llamados de manera responsable asumir un liderazgo político y social, con argumentos que proyecten de manera sincera, honesta y disponible mente radical las respuestas al cambio social empezando por las bases de cada uno de los territorios, es necesario tomar en serio la apuesta del Evangelio de Jesús que invita al ser humano a “Ser sal y Ser Luz” de la tierra (Mt 5, 13-16), esto como responsabilidad no solo espiritual, sino, socio-política, consciente de su ser y su quehacer como instrumentos de trasformador y constructor, un renovador de las estructuras sociales en que conviven muchas veces acostumbrados al peso esclavizante y marginador del sistema que pone en riesgo la vida humana.
Por ende, hoy sigue siendo fundamental nuestro papel de creyentes más allá de la rigurosidad religiosa-cultual, asumir con plena conciencia de discípulos y misioneros de Jesucristo […] y a asumir evangélicamente y desde la perspectiva del Reino las tareas prioritarias que contribuyen a la dignificación de todo ser humano, y a trabajar junto con los demás ciudadanos e instituciones en bien del ser humano [1]; colocando de manifiesto la defensa y el cuidado de la vida humana y de la naturaleza. El cristiano no puede ser miope de la realidad, debe estar siempre atento y cuidarse con “la levadura de los fariseos y de Herodes” (Mc 8,14-16), es decir, conocer las series implicaciones que desde los sistemas políticos religiosos y económicos ponen en riesgo la estabilidad y el desarrollo de todo ser humano; esto exige un estar despiertos y capaces de leer los signos de los tiempos [2](Lc 16, 3). En estos tiempos algidos, oscuros, complejos y violentos, se tiene que dar cuenta sobre ¿dónde se sustentan los criterios de la vida? ¿Cuáles son nuestras prioridades a mediano y corto plazo? ¿Qué mundo, realidad, estamos construyendo para las generaciones futuras? Esto nos llevara a saber sobre las bases en que edificamos y formamos para ser responsables de lo que tenemos, ya que nuestro paso por este mundo debe permear y trasformar para que así seamos instrumentos que consolidemos el Bien Supremo que desde acciones morales y éticas cimientes el desarrollo progresivo de cada ser humano.
Con severa urgencia falta aprender a escuchar y ver el grito adolorido y sufriente de Jesucristo humanado, que clama una y tantas veces en cada una de las realidades que hace precaria a la humanidad, que desde su concepción hasta su digna muerte, se encuentran en peligro ante la instrumentalización y el provecho individualista de una sociedad posmoderna que aprobada por políticas neoliberales y justificadas en una llamada “sociedad de derechos” llena de vacíos y vicios jurídicos hacen perder en el ser humano su dignidad y su trascendencia no solo de su autonomía sino de su necesidad colectiva; es urgente promover modelos de formación integral que respondan a los desafíos humanistas que por su negación sistemática de las estructuras sociales, le han robado al hombre de hoy, a la sociedad de hoy, su significado y su responsabilidad para trasformar sin interesarse ególatramente por el pan material que muchas veces lleva a perecer cuando este se obtiene o se quita de manera injusta.
Se necesita reaprender a ver, escuchar y pensar seriamente en la realidad que tenemos ante nosotros.
[1]Documento Magisterial de Aparecida. Nº 384
[2]Así lo da a entender el magisterio la Iglesia cuando nos habla de procurar discernir en los acontecimientos, exigencias y deseos, de los cuales participa juntamente con sus contemporáneos, los signos verdaderos de la presencia o de los planes de Dios. La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación del hombre. Por ello orienta la menta hacia soluciones plenamente humanas. (GAUDIUM ET SPES, 7 de diciembre de 1965)
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