La radicalidad del Evangelio nos
pide ir más a fondo de nuestras clásicas costumbres de Fe, nos exige mirar a los
ojos del (los) otro (s), ponernos en sus zapatos y experimentar los profundos sufrimientos
que son causados por las mismas acciones egoístas que generan injusticias y
violencia; cada una de esas realidades deben pesarnos, por eso, todos los días
será necesario pedir perdón por nuestro pecado social que omitimos en nuestra trágica
conciencia.
Es verdad, nos falta ser más
coherentes, es verdad nos falta asumir una clara conciencia sobre el valor
trascendental de la existencia y de ser instrumento trasformador de la historia,
es verdad que nuestra doble moral nos expone a ser hipócritas y no lleva a no mirar
más allá de nuestros caprichos egoístas.
Por eso, la Fe debe revestir
nuestra humanidad, para que desde nuestro proceder, no solo actuemos con ropaje
de un humanismo sincero (que puede ser falso también), sino de testigos de Aquél
que por amor nos redimió en la cruz, el cual eleva nuestra condición humana con
el traje del evangelio cristiano.
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