
- Porque de manera individual somos seres supremamente frágiles y siempre con la tendencia a errar;
- Porque en nuestra mente y corazón siempre se acumula un espíritu de orgullo que nos lleva a ser rivales y mostrar siempre nuestra superioridad individualista.
Lo anterior impulsa
actuar de una doble manera, primeramente a creer que los demás son los equivocados,
los culpables de todo lo que pasa de manera negativa, los que se convierten en
piedras para el camino, esta razón lleva a culpar siempre a los demás; de por sí
ya eso es irracional hacerlo. Por otra parte, se asume la actitud de la
renuncia, es más fácil dejar todo, abandonar algo, justificandolo con nuestras
subjetividades, los cuales, no ayudan para nada, sino, que tal determinación termina
agravando he indisponiendo a los demás; esto agrava los conflictos y destruye
las relaciones humanas; tal realidad se propaga de manera inmediata, es un
virus que contagia las mentes de los demás llevándolos a tener el mismo
resultado sin que estos hayan pensado desde el principio de igual manera.
Lo anterior nos llevará a ser tan responsables de la destrucción de las relaciones humanas como aquél que consideramos el originario de tales conflictos que nos incomodan al interior de nuestra propia existencia.
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