Todos los pensamientos y las acciones de la vida humana siempre estarán destinadas a dos caminos: Vida – Muerte. 

Esto no será por un simple criterio de principio moral y ético, sino por un hecho en el que el ser humano tiene la plena libertad de realizarse o de encaminarse hacia su propia destrucción; de ahí entonces la necesidad de edificar con urgencia una conciencia recta y un corazón amado para que actuando en la verdad y en el amor se pueda construir la vida y no la muerte; lo contrario a esto será una mente embotada y un corazón desencarnado de las fuerzas del amor, llevándolo a un estilo de vivir que lo acarreará a su progresiva he integra muerte.

Que nuestros pensamientos y nuestras obras generen siempre vida, no solo en la nuestra, sino, en la de quienes nos rodean, solo así habrá razones fundamentales para vivir y destinarnos a una muerte no destructora por nuestra propia causa, sino, por el desgaste existencial de nuestro buen obrar. 

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