CONSTRUIR LA PAZ EN COLOMBIA, ES UN ESFUERZO, PERO DESDE LOS TERRITORIOS Y NO DESDE LOS ESCRITORIOS IDEOLÓGICOS DE LA CAPITAL.

En el construir la paz -ahora con el apellido de: ‘total’- es fundamental asumir conceptos trascendentales en este caso el de: respeto de la dignidad de toda persona humana, en su esencia de Ser y en todo aquello que lo ampara jurídicamente que convalidan su existencia y su desarrollo con los otros, incluyendo en ello su qué Hacer responsable; sin embargo, reconstruir ‘el tejido social’ como meta del construir la paz debe seguir siendo legitimando desde el argumento y la practica en lo humanístico, a través de procesos pedagógicos, culturales, sicosociales y de claras políticas de Estado con el fin de seguir concienciando a todos los ciudadanos el reaprender a promover el valor de la dignidad humana y la defensa de la misma, cuyo propósito sea siempre el de ver al otro como un Ser digno de valoración y de respeto, así lo consagra la Constitución de 1991. Esto que es tan obvio, pero en un país que culturalmente es violento y que ha sido incapaz de salir de dicho espiral, trucado en un entramado de odios, venganzas y de intereses individualistas, requiere de por sí, un gran esfuerzo de los gobiernos, de la sociedad civil, de la(s) Iglesia(s), de la academia, de las organizaciones sociales y de otras instancias, el hacer hincapié en la búsqueda no solo de las transformaciones estructurales de la sociedad, sino también, en la construcción y trasformación de la conciencia colectiva, teniendo como punto de partida las bases que conforman la gran sociedad: el individuo y el territorio. 

Este individuo que está involucrado en el territorio y viceversa, donde subsisten un conjunto de acciones, valores y circunstancias humanas que estructuran la vida social, se hace primer escenario concreto para construir esa paz ‘total’, haciéndolo posible desde dinámicas pedagógicas, culturales y jurídicas para que el respeto a la persona humana y sus derechos sea el primer argumento reconstruido, promovido y amparado por el Estado y por la ciudadanía. En base a esto, es importante que todo ciudadano que hace parte del territorio cuando entra o ha hecho parte de un conflicto como el colombiano y el territorial, y que quebrantan todo lo referente al criterio de: dignidad de persona y de ser social empoderado, demandan de instrumentos no solo para buscar la transformación del conflicto mismo que le afecta, sino que, en primera medida necesita reconstruir caminos que progresiva y permanentemente permitan una reparación integral como persona moral y jurídica, el cual le lleve a recuperar su estatus de persona digna y de derechos, para así tener empoderamiento colectivo que le acarree el buscar, levantar y defender su desarrollo integral como individuo y como parte de una comunidad violentada, pasando de la victimización [la cual le han sometido] al fortalecimiento de la existencia en el territorio.   

Frente a esto, construir la paz, es un esfuerzo que debe hacerse siempre desde los territorios y no desde los escritorios ideológicos de la capital, es decir, no demanda los intereses de un partido de gobierno, ni de unas ideologías bipartidistas, y mucho menos de unos pocos dueños del capital y/o del empresariado del país; construir la paz en Colombia es una responsabilidad orientada más allá de un acuerdo político y jurídico de Estado, es saber estar, para saber escuchar y así saber comprender, con el fin de saber reconstruir, como primero la dignidad de toda persona humana y la de los territorios, que vulnerados por las causas y consecuencias históricas de la violencia, aún existen daños irreparables que muchas veces no solo se sanan con construir carreteras y puentes (cuestión que son importantes), pero si con Dignidad, libertad y derechos colectivos. Es cuestionante muchas veces, que el mismo Estado representado en los entes territoriales y sus organismos, olviden que construir la paz no solo se da por la satisfacción de las necesidades materiales y/o bienes y servicios, sino en la reconstrucción del individuo y el territorio, de aquí que muchas veces el concepto de reparación sea limitado, porque o carecen de pedagogías humanistas y psicosociales permanentes, o porque ciertamente no se invierte lo suficiente en programas que permitan un acompañamiento para saber escuchar, comprender y ayudar a construir y desarrollar capacidades humanas que reconozcan la importancia del trasformar la conciencia y las actitudes de quienes sufrieron o no la barbarie de un conflicto como el que sigue sucediendo en Colombia. Como sociedad se necesita concienciar que sigue siendo urgente devolverle a todo individuo en los territorios la confianza, el empoderamiento y los liderazgo; se requiere de grandes inversiones que favorezcan la condición humana para reconstruir en los pobladores la dignidad y la emancipación, confiándoles también la idea de un rol político responsable que los haga constructores del territorio sin que dependan de los interese ideológicos que puede estar generando el Estado desde “programas sociales” que los hacen dependientes ‘de’ y manipulados ‘por’; es necesario que las construcciones colectivas exijan el compromiso con los otros para el territorio. 


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