Los pobres y la pobreza, necesidad de reflexión como ciudadanos responsables de su causa y de su trasformación.
En base a esto, dentro del pensamiento social y político del Papa Francisco donde se marca la pauta de un pontificado que exige que la Iglesia tenga visión y apertura para los pobres y descartados de la historia, para el Pontífice hablar de los pobres y/o la pobreza existe la necesidad de mirar en primer lugar, la dinámica de la economía, que desde la regulación dada desde los sistemas políticos de los Estados y de la creación globalizante de una cultura individualista, va generando fuertes conflictos dentro de la misma sociedad de individuos que regulados por la exigencia de la economía imperante de intereses, permite la inequidad, la desigualdad social, la marginalidad, la degradación social, instrumentos propios para fortalecer la máquina de la violencia entre individuos. Esta economía que promueve la pobreza, la miseria, está basada en la competitividad y la eficiencia, al consumismo y a una cultura de bienestar, que desintegra socialmente porque permite diferenciarnos entre individuos y estar manipulados por el ofrecimiento de los mercados tal economía de la competitividad no cuestiona el crecimiento económico y supone la teoría del derrame según la cual el crecimiento favorecido por la libertad de mercado logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Pero esta teoría denominada Teoría de la filtración por el premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz, es falsa, pues los beneficios no necesariamente se irrigan a la totalidad de la sociedad, sino que benefician a ciertos sectores. Tal manera de la dinámica capitalista globalizada ha dado como consecuencia: (1) Una economía que no está al servicio de la vida, solo defiende la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera; (2) Se instaura dentro de la sociedad la tiranía invisible de una economía que impone sus reglas y sus leyes a una población que no hace lectura critica de la realidad; y (3) La dictadura de dicha economía que ha generado con la historia otras patologías sociales como lo ha sido la corrupción (Soto, 2016). Todo esto generará dos grandes consecuencias que mutuamente se alimentan entre sí: la inequidad y la violencia.
Por otra parte, otra realidad que matiza fuertemente la realidad de la pobreza, la explica el Pontífice en base al ‘Estado de crisis antropológica en que se encuentra el ser humano de hoy’. Para Soto (2016) esta crisis de la que habla el Papa, implica la desertificación espiritual del mundo, es decir, la pérdida de valores, de solidaridad, de fraternidad, de hermandad y el quiebre de los lazos sociales entre las personas, ocasionados por una sociedad veloz, rápida, egoísta e individualista, de ahí́ el relativismo y la ausencia de ética en el mundo actual, tales circunstancias han permitido el desinterés por los más pobres, haciendo posible la cultura del descarte y de la insolidaridad social que permita trasforman los intereses colectivos, de aquí la advertencia de Francisco sobre la necesidad de recuperar la responsabilidad del ‘hacerse cargo de los otros’, de los más débiles en espacial, sí que esta actitud sea de manera superficial o formal, sino algo concreto. Por ende, tal indiferencia, ha llevado a edificar por décadas una deuda social que hace parte de la complicidad de un mal que ha atiborrado la conciencia del individualismo y de la puja de poder que establece diferencias desde un marco de rivalidad económica, lo cual, como problema moral genera un problema ético en las estructuras sociales el cual se hace un problema colectivo que genera aislamiento, abandono y una escasa protección de la dignidad humana y de justicia social; razones para el fortalecimiento del conflicto y la generación de la violencia. Por lo tanto, la presencia de los pobres en la sociedades en la historia y más en las últimas décadas, no se ajustan a una decisión de negligencia humana individual, estas se enmarca mucho más dentro del desarrollo de fenómenos de injusticia social generadas por la inequidad económica avaladas por políticas que no promueven el desarrollo integral de los que son asalariados y/o desempleados; y por otra parte, por el amplio desinterés colectivo por asumir los problemas sociales expresados en realidades latentes como la explotación infantil, laboral, hacia los inmigrantes, hacia la mujer, entre otras situaciones.
Sobre esta realidad existe unas directrices que el papa Francisco plantea y han pueden ser integradas en la tarea consciente de todos nosotros como ciudadanos del común, las cuales, desde nuestra corresponsabilidad, permiten trabajar por la trasformación de las realidades que causan la pobreza en nuestros territorios, estas tienen que ver con:
1. La promoción de una justicia social que beneficie a todos, empezando por los más frágiles y descartados de nuestras comunidades.
2. La urgencia de concienciarnos de la deuda social con los pobres, cuya respuesta de trasformación es la solidaridad integral genera promovida por todos
3. Trabajar por una praxis Política vista como servicio y no como un instrumento de poder para manipular a los débiles.
4. La urgente necesidad de tener una visión de la persona humana desde la concepción de un trabajo digno.
5. La urgencia del cuidado de la casa común, reconociendo nuestra responsabilidad sobre los daños a la ecología, pero también los de su trasformación.
Trabajos citados
Gallo, M. (2018). El pensamiento social y político de Bergolio y papa Francisco. Salta (Argentina): EUCASA. (Ediciones Universidad Católica de Salta).
Francisco. (2020). Carta encíclica Fratelli Tutti. Asís.: San Pablo.
P. Tony Mifsud, s. (2001). Moral Social. Lectura solidaria del continente. (Vol. III). Bogotá: CELAM.
Bergoglio, C. J. (30 de septiembre de 2009). Conferencia inaugural del Sr. Arzobispo de Buenos Aires Cardenal Jorge Mario Bergoglio s.j. Obtenido de https://www.pastoralsocialbue.org.ar/: https://www.pastoralsocialbue.org.ar/wp-content/uploads/2014/11/La-Deuda-Social-segun-la-Doctrina-Social-de-la-Iglesia.pdf
Soto, D. P. (ulio-diciembre de 2016). el Pensamiento social del PaPa Francisco. Franciscanum, LVIII (166), p.317-337.
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