Es necesario replantear en los círculos sociales de nuestra región, nuestros entornos laborales he inclusive al interior de las estructuras de nuestra Iglesia, la idea de posicionar los intereses personales lejos de las necesidades del común, es lo más grave que hemos venido haciendo; es necesario con urgencia desmontar ese criterio malévolo que quien tiene el poder es el que se enriquece y hace de su gana una razón para deslegitimar el sentido humanizante y la filosofía de instituciones que fueron creadas para la construcción del Bien y no para la destrucción sigilosa de la humanidad. 

¿Cómo hacerlo? dos herramientas claves:

1. La vivencia auténtica del Evangelio de Jesucristo, el cual, con radicalidad no lleva a vivir tres cosas fundamentales: a. Una sincera compasión por los marginados, b. Un impulso que otorgar el poder para liberar y humanizar y c. una acción de establecer e incluir a quien fueron expulsados y discriminados de su realidad y dignidad. 

2. Asumir la tarea de transformar y reconstruir el camino de la historia siendo parte del mundo y aportando en cada una de sus estructuras [sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas] cuyo fin es darle un progreso que visione el Bien Común. 

Tales posiciones nos hacen ser Cristianos comprometidos con el Dios de Jesucristo y con el mundo y la hisotria, lugar para testimoniar su presencia Encarnada y Redentora. 

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