EN EL DOLOR HUMANO, SE SIGUE LA UTOPÍA DEL VERDADERO PERDÓN Y LA VERDADERA RECONCILIACIÓN SOCIAL.


El país ha 
sufrido el drama de un dolor humano que no debe ser ni olvidado, ni politizado, ni victimizado, ni mucho menos negado en sus dimensiones integrales y en la repercusiones que socialmente proyecta en los procesos históricos transcurridos; estos dolores se sigue reflejando en los territorios, en las familias que ven morir a sus seres queridos en manos de perpetradores, en los padres de familia que siguen perdiendo a sus hijos, y sobre todo a una sociedad que se acostumbró  asumirlo como parte de su itinerario, sin la ayuda y el acompañamiento del Estado para levantarse y avanzar, es un dolor que tiene causas, consecuencias y hechos, accionados por los distintos actores que contribuyeron y siguen contribuyendo al conflicto colombiano que cada día hace su fuerte proceso de metamorfosis y va imperando la conciencia y el proceder de la ciudadanía llevando a enfrentarse con más sevicia los unos con los otros. 

En el dolor humano, se sigue la utopía del verdadero perdón y laverdadera reconciliación social, ya que que este dolor humano y patriótico, hoy más que nunca requiere ser conocidos por la sociedad, el cual, contribuya a si deslegitimación, pero a la vez a un camino de trasformación; pero esto solo tiene una sola vía, el del Perdón y la Reconciliación, que promoviendo progresivamente una Reparación, se pueda concebir un compromiso a no volver repetir hechos que aumente más la tragedia de ese dolor humano, que hasta hoy no ha tenido los suficientes alicientes para ser sanado. Pero este proceso dinámico, progresivo y permanente requiere un compromiso, de los actores de violencia que incluya al Estado como tal, pero también de una sociedad que conciencie en los ciudadanía la necesidad de bajar los decibeles de violencia y poder trabajar en sus causas y en las consecuencias que estas generen; pero a la vez, poder rendir un conmemorar la memoria de los que no están, producto de la incesantes y del individualismo y de la egolatría por poder, siendo capaces de no ser más generadores de violencia reeducando nuestra conciencia y nuestras actitudes con el fin de darnos la oportunidad de ser agentes operantes de la transformación territorial y social. En esto la luz de la Verdad siempre deberá brillar para encontrar el sendero de dicho camino restaurador y dignificador. 


Pero esta realidad se hace cada vez más utópica, cuando el dolor de las víctimas y de la sociedad colombiana no ha podido ser sanado, ni mucho menos reparado, cuando los actos de perdón han sido vacíos, inhumanos, calculador y lo más aberrante, politizados, esto mantiene vigente ante nuestros ojos  un instrumento catalizador y generador de impotencia, inconformismo, decepción, desconfianza, y procreador de violencia el cual ha filtrado todos los estamentos de la estructura social de la que hacemos parte. 

Es urgente que se haga una fuerte pedagogía colectiva del Perdón y de la Reconciliación, partiendo del dolor humano, no para victimizar, sino, para comprender el cómo afecta integralmente la historia de todo ser humano y la necesidad de romper con ese yugo que esclaviza y limita mental y espiritualmente  sin que, permita avanzar en libertad hacia el progreso humano y colectivo; se necesita que a nivel institucional como el Estado, las instituciones de poder Público, la Sociedad Civil, la Academia, los Medios de Comunicación, la Iglesia y desde la mismas comunidades, se pueda ser consiente que se ha causado dolor, que se ha sido generador de violencia, perpetrador y responsable de muchos males que hoy tienen inconforme a la sociedad; el no considera el dolor como herramienta de reflexión profunda, el no asumir el perdón, y mucho menos el interés de estar de parte de la verdad,  es razón suficiente para alimentar la fuente del resentimiento y de la rabia que se percibe siempre en la impotencia social que ve ante sus ojos una realidad que no cambia, la de no ser escuchados, la de ser abandonados y ser excluidos del progreso social que por derecho todos tenemos.

Necesitamos ver en el Dolor humano de la Colombia de ayer y de hoy, la oportunidad para aprender a entender la historia, y ser conciencie de nuestro nivel de responsabilidad, y así dar el paso serio y libre de un Perdón, para la Reconciliación, buscando una verdadera Reparación que desde un acuerdo nacional donde todos los ángulos políticos, económicos, eclesiales y sociales, potencialicen el progreso colectivo, donde por justicia social, equidad y Bien Común se evidencie un verdadero desarrollo integral en los territorio y a nivel general.


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