Estado y Ciudadanía, una relación para trasformar país. Una obviedad sabida, pero una necesidad por desarrollar más.

Frente al desarrollo económico del país y su extraordinaria riqueza a nivel regional y global, internamente las políticas económicas no se ajustan al desarrollo de la sociedad y de los territorios, generando así el problema de la desigualdad social y de la ampliación de brecha entre pobres y ricos y que está asociada a la excesiva concentración del capital, a las ineficientes políticas redistributivas del ingreso, a la fallida política económica implementada por los gobiernos empapados de corrupción, lo cual afecta de gran manera a la generación de empleo y la efectiva inversión económica hacia los sectores, al igual que el apoyo a las clases menos favorecidas en materia de educación, condiciones básicas y beneficios sociales. Hoy el nuevo gobierno manifiesta trasformar tal realidad, aun no existe nada que encamine a ese propósito.

Ahora bien, frente a esta necesidad urgente de tener un país distinto como el nuestro, lograr las grandes trasformaciones estructurales de la vida social y económica del país, requieren tener dos escenarios para tal logro: (i) El Estado, en él está la tarea preponderante de construir todos los requerimientos políticos y económicos que se necesitan para desarrollar dentro de cada estructura social, los grandes cambios estructurales, examinando las necesidades pero también los elementos del que disponen los territorio los cuales potencializan la búsqueda del desarrollo y que permiten dinamizar las mismas políticas públicas del Estado; (ii) La ciudadanía, como aquella que asumiendo la tarea de aportar a los requerimientos políticos y económicos promovidos por el Estado, pueda ayudar en la construcción y promoción dentro de los propios territorios, con el fin de materializar de manera justa, transparente y capaz los grandes impactos de transformaciones integrales. 

Hoy el Estado aparentemente se acerca a la ciudadanía con sus propuestas de gobierno, pero la ciudadanía, sigue desconociendo tales políticas, por lo que, el proceso de comunicación es deficiente y carece de una amplia comprensión colectiva que permita desarrollar y articular caminos que desde la ciudadanía local permitan el desarrollo de todo un país, esto aun no es claro, para criterios de muchos. De aquí que esta relación entre Estado y Ciudadanía debe permitir desarrollar hoy en la sociedad colombiana dinámicas de trasformación desde tres aspectos importantes:

(1) La construcción de una Paz que marque el fin de un conflicto armado en todas sus dimensiones y la trasformación de los territorios. 

(2) La necesidad de avanzar en el desarrollo económico he industrial que plantee y garantice acciones de justicia social desde un marco de equidad y la solidaridad social empezando a proporcionar la ayuda empezando por los más pobres. 

(3) El respeto a los DDHH donde se promueva y se custodien los derechos fundamentales y el desarrollo integral de todos los ciudadanos, y estos ciudadanos, sean capaces de implementarlos en sus proyectos de vida, como responsabilidad autónoma pero solidaria para implementar el orden y el desarrollo desde lo regional y lo territorial.

Por ende, es de parte del Estado, pero con su génesis y su implementación en el espacio del colectivo ciudadano donde se deben desarrollar todos los instrumentos para dinamizar el propósito de una Paz como fin del conflicto social, de un desarrollo socio-integral (económico y de equidad) del país (local-regional-nacional) y de la protección de los derechos en los más vulnerables. Ahora, esto siempre han sido parte de las políticas de gobierno, pero ¿cómo el ciudadano como parte de una construcción colaborativa con el Estado lo ha sabido asumir, cuando este detecta o ignora la existencia de situaciones como: (a) la mutación del conflicto armado, (b) lo hechos de injusticia social y (c) las distintas violaciones de los derechos fundamentales especialmente a los más vulnerables de la sociedad y que siguen sin tener reivindicaciones concretas? 

Reflexionar sobre una respuesta constructiva y trasformadora a este tipo de interrogantes implica moverse en argumentos que permanentemente deben reaprenderse y asumirse en la relación Estado y Ciudadanía, el Estado se debe a la ciudadanía, y a ciudadanía se debe al Estado; con el fin de lograr la confianza mancomunada que permita el desarrollo de trasformación progresivas y profundas, no solo en el papel estructural del Estado como responsable de las políticas públicas, sino también en las dinámicas culturales donde se promueva la participación mayoritaria de los ciudadanos -este último como aspecto fundamental-  que dentro de los territorios, siempre corre el riesgo de no tener poder en su autoridad participativa porque no existe participación amplia, o porque algunos ciudadanos no les interesa el desarrollo colectivo ya sea en las políticas y las ejecuciones de los proyectos o en las tareas propias que se deben desarrollar por parte del mismo Estado representado por los gobiernos locales. 

Consiguiente en la relación Estado y Ciudadanía es importante considerar la  urgencia de desactivar las causas que siguen desarrollando la presencia de una violencia en los territorios y las comunidades vulnerables, entendiendo que todos como ciudadanos estamos imbuidos en tareas como la de desarticular la corrupción, esa que no está en las estructuras, sino también en nuestros comportamientos cotidianos, a la vez, el ser capaz de seguir conociendo a fondo las necesidades y las urgencias de las comunidades para ayudar a transformar sus economías en oportunas, sostenibles y diligentes para el desarrollo integral y la materialización de derechos. Por otra parte, en reconocer que en la relación Estado y Ciudadanía existen incoherencias en la practicidad de la  política para lograr el bien común, por muchos años existen actos de instrumentalización por parte de quienes tiene el poder económico y político, abandonando así, los verdaderos intereses de los territorios y sus beneficio; tal dinámica sigue llevándonos a guerra violenta que no solo pasa por las armas, sino por las palabras y las actitudes deshumanizantes encarnados en los niveles de responsabilidad por parte de los mismo ciudadanos y del Estado nacional y local. Todo esto siguen siendo parte del problema social de bastante envergadura, realidad que lleva a evidenciar en la ciudadanía más pobre una desconfianza y una desesperanza, por ende, es en el Estado y también en la misma ciudadanía, donde se siguen originando las causas sociales para una violencia sistemática que destruye la sociedad, ya que es detonante activo de la desigualdad social. Colombia sigue estando sumido en una inequidad que quiere tratarse con asistencialismo de Estado, pero que genera poca productividad, poca inversión, pero también, poca conciencia por manejar el tema de los pobres el cual se construya el camino para un empoderamiento integral que les permita aportar para su mismo desarrollo integral y colectivo.

Por consiguiente, es urgente comprender que la relación Estado y Ciudadanía debe promover políticas que lleven al desarrollo integral de la micros y macroeconomía con practica de justicia social en las comunidades, que este de la mano con la equidad, que garantice tener acceso a los bienes y servició económicos y de calidad, que contradiga el sistema de un asistencialismo que hace dependiente he incapaz al ciudadano, pero si es abrir nuevos espacios de promuevan el trabajo digno, de poder tener mecanismo de subvención económica que permita el desarrollo de emprendimientos que involucren a los ciudadanos a mover la economía y el desarrollo del país; es dar herramientas para producir y así aportar al desarrollo económico integral desde las regiones; las políticas de la dependencia económicas permanentes en un país tan inequitativo como el nuestro, va creando con el tiempo un perjuicio social, ya que, cuando se acabe la fuente de la dependencia económica, quienes gozaban de ella, se revelaran contra el Estado, generando así un nuevo ciclo de violencia social. 

Desde otra realidad, el Estado y la Ciudadanía, necesitan fortalecer una relación mancomunada para trasformar país y más cuando es un país que no aprende a reconciliarse, es indolente consigo misma y prefiere un discurso guerrista en todos sus contextos.  La sociedad colombiana sigue sin tomar conciencia de la necesidad de encaminarse hacia acciones concretas que promueva el perdón y la reconciliación como filtro de una nueva visión de relaciones individuales y colectivas. Lo anterior permite resaltar que aún se desea la acción de la guerra y/o de la violencia como mecanismo de salida para acabar con el contradictor. Esto se evidencia en el poco asombro alarmante y la costumbre colectiva frente a la sistemática violación de los DDHH y el desconocimiento de los asesinatos de lideres sociales, excombatientes, lideres indígenas y defensores de DDHH que promueven la búsqueda de un país más justo y equitativo para todos desde los territorios. 

Esperemos que el nuevo gobierno dentro de su plan de desarrollo nacional, el cual, escucho a parte de la ciudadanía, pueda de verdad fortalecer sus elaciones como Estado, y juntos, Estado y Ciudadanía, ayudar a construir un país distinto y con criterios de trasformación por el bien de las futuras generaciones. 


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