Del nuevo presidente, solo quedan tres cosas por seguir haciendo: redoblar la responsabilidad colectiva, imperar la esperanza por el verdadero cambio, y confiar que el Amor político que se propone no traicione a la democracia.

 


Soy de los que he aprendido a trascender el significado del Amor, ya no solo lo entiendo desde una búsqueda de interés personal, sino, que busco trabajar y aportar hacia un bien colectivo, no es fácil, pero mi amor por la patria no es efervescencia, es una necesaria y aterrizada realidad humana. Por eso, me preocupa tanto su presente como su mañana, y como los miles de los colombianos que buscamos el cambio integral de las estructuras políticas y sociales del país, debemos seguir aprendiendo e este momento más del significado amor, hasta que se haga práctica, estado de vida con el fin de redoblar responsabilidad colectiva, imperar la Esperanza y confiar que no nos traicionaran desde el poder del Estado, que solo está llamado para defender y potencializar nuestro amor colectivo y no lo contrario.

El papa Francisco en la Fratelli Tutti (2020), nos expresa que: «el amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor». Por esa razón, el amor no sólo se expresa en relaciones íntimas y cercanas, sino también en «las macro-relaciones, como las relaciones sociales, económicas y políticas». Ahora sobre esta expresión de las macro-relacional del Amor que en el ejercicio deben trascender, ese Amor como una línea transversal en la política, debe empezar desde mi “yo” y desde mi realización como ser político que ama verdaderamente y que desde el Estado ese Amor que se ha hecho una “realidad política” sea garantizado con el respeto del orden y la protección de las libertades, por lo que el nuevo gobierno que invita a una ‘política del amor’, deberá de verdad, ayudar como Estado a asumirá la propositiva tarea de seguir construyendo y trasformando para que la sociedad colombiana tenga dignidad y paz. Ahora bien, desmarcado de las lógicas y acerbos pasionales y colocados en la realidad y con discernimiento objetivo, mirando hacia el horizonte y entendiendo que el amor social que surge de la ‘política del amor’  se constituye como una «fuerza capaz de suscitar vías nuevas para afrontar los problemas del mundo de hoy y para renovar profundamente desde su interior las estructuras, organizaciones sociales y ordenamientos jurídicos» (Francisco, 2020), pero esto no se lograría materializar si no se afrontan y trasforman algunas circunstancias que a mi modo de ver son criterios para  estar en un estado incertidumbre y de escepticismo, el cual es normal y casi que respetable de que exista en casi los más de treinta millones de colombianos, que quieren un cambio, y que lejos de la opresión de las políticas de derecha, de centro y las mismas de izquierda, se deban seguir buscando: la justicia social, la reconciliación y el paz para todos los colombianos.

Estas incertidumbres y el escepticismos existentes en el ambiente colectivo, no se atacan con argumentos sectarios y populista, sino más bien, con una verdadera praxis política que permita el trasformar las estructuras no solo del Estado, sino de la cultura colombiana; por ende, las acciones deben ser evidentes donde el nuevo presidente revele y encarne un mensaje de unidad y de reconciliación acompañado de hechos creíbles desde una praxis política integral y no desde la sola retórica populista.

Ahora bien, sobre estas tres circunstancias puedo comprenderlas así:

1.      La carga histórica tanto en la praxis como en el desarrollo discursivo de la persona del nuevo presidente de la república. La historia pesa, las acciones expresan, y los discursos con sus contenidos trascienden en la memoria colectiva de quienes la han escuchado muy reiterativamente ya sea desde la persona o desde otras fuentes. Esto ha creado en el colectivo nacional e internacional una imagen cuyo argumento requerirá ser trasformado integralmente, para construir credibilidad, por lo que se haría necesario en este momento, hacer que discurso del nuevo gobierno pueda alejarse de la carga histórica que en la persona venia representando, un cambio complejo, pero que le exigen a la persona de nuevo presidente lleva a la práctica, la coherencia de una verdadera ‘política del amor’ el cual debe suponer el haber desarrollado un sentido social que supera toda mentalidad individualista: «La caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino también en la dimensión social que las une» (Francisco, 2020), por eso la persona del nuevo presidente y de quienes está rodeado deben enviar un mensaje que unido a la práctica busquen en serio la política del amor que revele el verdadero llamado del perdón y la reconciliación, camino para una justicia, un orden y unas libertades, los cuales,  permita dejarnos de ver como enemigos históricos, sino como, los colombianos que desde otras perspectivas también quieren y proponen un país distinto y mejor para todos.

 

2.      La incertidumbre colectiva existente.  El nuevo presidente, no es el presidente de los  casi doce millones que por el votaron, ni mucho menos es el presidente del pacto histórico, es ahora el presidente de todos los colombianos, por eso, cuando veía la celebraciones de muchos colombianos y las del mismo nuevo presidente de Colombia, pensaba en el sentir de los otros veintiséis millones de colombianos, que con su voto o con su abstencionismo, manifestaban su expresión libre, conciencie y válida para la democracia; por lo que, ganar la presidencia no debe acreditar triunfalismos personales, sino más bien compromiso colectivo, cosa que a veces se nos olvida por nuestros sectarismos y subjetivismos individuales; los más de veintiséis millones de colombianos como yo, estamos en el sentir de una plena incertidumbre que gradualmente con el paso de las horas y los días se irán sintiendo en la economía especialmente y en el mapa político no solo a nivel nacional sino internacional, tal incertidumbre es evidente, latente, y casi que obvia, por la que, no se le puede desestimar, ni agredir; ahora es necesaria la tarea de que todos podamos ser capaces de redoblar la responsabilidad colectiva y hacer posible el imperar la esperanza por el verdadero cambio, pero esto será efectivo, si solo si en los próximos años la misma praxis política del nuevo gobierno evidencie los logros y las reformas que llevaron aminorar la fuerza de tal imperativo colectivo permitiendo así la magna confianza en temas trascendentales como: el petróleo y la minería, las pensiones, la economía, la educación, la salud, la cultura, los tratados, el respeto a la propiedad privada, las fuerzas militares, las relaciones internacionales, el respeto a las instituciones, los problemas de los territorios, el ELN y muchas otras cosas que como ‘Amor político’ no traicione a una democracia que espera respuestas acertadas para el bien del país.

 

3.      La persistencia una un país dividido. A semejanza de la Colombia de la década de los treinta, según la historia, la Colombia dividida aún permanece, solo que ahora se hace más sectaria y violenta, el cual, ha atacado la moral y la honrar de cualquier colombiano que desde su diversidad integral y social ha sido servilmente atacado. Las redes sociales, las sucias prácticas del hacer la política, las mentiras, los ataques, las calumnias, el cruce de los mínimos éticos y todo aquello que trasgreda las libertades y el respeto del orden colectivo, género en estos últimos años que la herida de la discordia se abriera más, y como colombianos diversos nos sacarnos los trapos al solo, muchas veces in importa si somos familias. ¿cómo gobernar y construir una política del amor, si los colombianos estamos divididos y enfrentados y quienes nos gobiernan son también responsables de estas divisiones? De aquí que la ‘Política del Amor’ que debe hacerse un estado de vida, una costumbre y que sea amparado por el Estado mismo, comienza en la misma práctica política del gobierno que permita unir, el nuevo gobierno si de verdad quiere el país unido, reconciliado con plena confianza, tendrá que llevar a la práctica, junto con sus simpatizantes y todos los colombianos una buen apolítica que permita buscar caminos de construcción en los distintos niveles de la vida social, en orden a reequilibrar y reorientar la globalización para evitar sus efectos disgregantes (Francisco, 2020).  

 El nuevo presidente, el cual, carga una historia en argumentos y praxis que dibujan una imagen colectiva, que no puede desconocer la existente incertidumbre social y que jamás puede desacreditar la realidad de una Colombia dividida, deberá ser un verdadero político, no para sus interés personales, no para los intereses de su partido, ni mucho menos para los intereses de los países de la región que gobiernan con la misma línea de izquierda progresista; el presidente de los colombianos, deberá ser un verdadero político para los colombianos, capaz de hacer construir y trasformar colectivamente, y todo porque, es un político hacedor, constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista y pragmática, aún más allá de su propio país (Francisco, 2020), siendo capaz de poder salvaguardar la democracia, las libertades y los derechos; donde el Estado social de derecho siga siendo el legítimo he inamovible principio que fortalece a la ciudadanía, permitiendo así robustecer cada vez más las garantías de cada uno de los colombianos; en una política del amor, el estado social de derecho debe seguir llevándonos por un país más democrático, con justicia social, con verdad y reparación y con una verdadera reconciliación nacional, caminos para la justa paz social y nacional.

Si bien, el panorama de la política en Colombia es distinto, la campaña del Ingeniero no se puede deslegitimar, ni mucho menos desconocer, nos evidencia que somos político por esencia y que la ejercemos cuando somos conscientes de nuestra responsabilidad con la patria, lo que levanta unas convicciones que generan una cierta credibilidad en la sociedad; la política es la credibilidad del trabajar por el bien común, y eso solo necesita estar convencido y tener las capacidades para edificarlas. Por eso, el nuevo presidente de Colombia siendo respetuoso de la constitución, de la separación de poderes, desde un estado social de derechos y desde su visión de cambio para el país con una propuesta de política del amor que generara la confianza, la reconciliación, la justicia social y la paz, puede tomar las banderas de ese amor por el bien común lográndolo desde un buen gobernar, el cual, logre encausar al país hacia un saber escuchar el punto de vista del otro facilitando que todos tengan un espacio; renunciar y pacientemente gobernar para encontrar un lugar para todos, donde todos se sientan libres y con las garantías de sus derechos. Si bien, esto no funcionan con negociaciones de tipo económico. Es algo más, el gobernante debe hacer ese gran intercambio de ofrendas en favor del bien común. Parece una utopía ingenua, pero no se puede renunciar a la exigencia de tan alto objetivo (Francisco, 2020).

Por ende, del nuevo presidente no solo se espera que sea un verdadero político demócrata, sino que también desde cada uno de los colombianos simpatizantes o no, seamos capaces de redoblar la responsabilidad colectiva desde los territorios y las regiones, el de garantizar el imperio de la esperanza por el verdadero cambio de las estructuras sociales que permita la equidad, el respeto de los derechos y la protección de la vida, y el de tener los principios para edificar desde una confianza que implique el asumir en la práctica colectiva del Amor político que no traicione a la misma democracia.

Frete a todo esto, a los colombianos reconciliados nos toca en este momento histórico aprender aceptar y saber que quien nos gobernara es el presidente de los colombianos y para los colombianos, y no solo los colombianos del pacto histórico, sino los colombianos en la diversidad y en la diáspora; por lo que, está en nosotros el aprender a discernir y trabajar en medio de las diversidades y construir en conjunto ese amor que desde lo individual pueda trascender más para hacerse amor político. Para esto será necesario ahondar más en el dialogo social, lo que supone la capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de que encierre algunas convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el otro tiene algo para aportar, y es deseable que profundice y exponga su propia posición para que el debate público sea más completo todavía. Es cierto que cuando una persona o un grupo son coherente con lo que piensa, adhiere firmemente a valores y convicciones, y desarrolla un pensamiento, eso de un modo o de otro beneficiará a la sociedad. Pero esto sólo ocurre realmente en la medida en que dicho desarrollo se realice en diálogo y apertura a los otros (Francisco, 2020). Por último, será necesario ser contundentes veedores de las propuestas y reformas del nuevo gobierno en material, de impuestos, laboral, pensional, sobre los problemas de inflación y el respeto a la soberanía colombiana; aquí se necesita la justa razón y los argumentos para proteger a la sociedad colombiana de una violación del estado social de derecho, por lo que, se debe estar en el ejercicio del Ver, Juzgar y Actuar para proteger las libertades y el orden de nuestra sociedad colombiana, cuestión que nos exige a todos redoblar la responsabilidad colectiva, imperar la esperanza por el verdadero cambio, y confiar que el Amor político que se propone no traicione a la democracia.

Referencias

Francisco, p. (2020). CARTA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI. Roma: VAticano.


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