Del nuevo presidente, solo quedan tres cosas por seguir haciendo: redoblar la responsabilidad colectiva, imperar la esperanza por el verdadero cambio, y confiar que el Amor político que se propone no traicione a la democracia.
Soy de los que he aprendido a trascender el significado del Amor, ya no solo lo entiendo desde una búsqueda de interés personal, sino, que busco trabajar y aportar hacia un bien colectivo, no es fácil, pero mi amor por la patria no es efervescencia, es una necesaria y aterrizada realidad humana. Por eso, me preocupa tanto su presente como su mañana, y como los miles de los colombianos que buscamos el cambio integral de las estructuras políticas y sociales del país, debemos seguir aprendiendo e este momento más del significado amor, hasta que se haga práctica, estado de vida con el fin de redoblar responsabilidad colectiva, imperar la Esperanza y confiar que no nos traicionaran desde el poder del Estado, que solo está llamado para defender y potencializar nuestro amor colectivo y no lo contrario.
El papa Francisco en la Fratelli Tutti
Estas incertidumbres y el escepticismos existentes en el ambiente
colectivo, no se atacan con argumentos sectarios y populista, sino más bien,
con una verdadera praxis política que permita el trasformar las estructuras no
solo del Estado, sino de la cultura colombiana; por ende, las acciones deben
ser evidentes donde el nuevo presidente revele y encarne un mensaje de unidad y
de reconciliación acompañado de hechos creíbles desde una praxis política
integral y no desde la sola retórica populista.
Ahora bien, sobre estas tres circunstancias puedo comprenderlas así:
1.
La carga histórica tanto en la praxis como en
el desarrollo discursivo de la persona del nuevo presidente de la república. La historia pesa, las acciones expresan, y
los discursos con sus contenidos trascienden en la memoria colectiva de quienes
la han escuchado muy reiterativamente ya sea desde la persona o desde otras
fuentes. Esto ha creado en el colectivo nacional e internacional una imagen
cuyo argumento requerirá ser trasformado integralmente, para construir
credibilidad, por lo que se haría necesario en este momento, hacer que discurso
del nuevo gobierno pueda alejarse de la carga histórica que en la persona venia
representando, un cambio complejo, pero que le exigen a la persona de nuevo
presidente lleva a la práctica, la coherencia de una verdadera ‘política del
amor’ el cual debe suponer el haber
desarrollado un sentido social que supera toda mentalidad individualista: «La
caridad social nos hace amar el bien común y nos lleva a buscar efectivamente
el bien de todas las personas, consideradas no sólo individualmente, sino
también en la dimensión social que las une»
2.
La incertidumbre colectiva existente. El nuevo presidente, no es el presidente de los casi doce millones que por el votaron, ni
mucho menos es el presidente del pacto histórico, es ahora el presidente de
todos los colombianos, por eso, cuando veía la celebraciones de muchos
colombianos y las del mismo nuevo presidente de Colombia, pensaba en el sentir
de los otros veintiséis millones de colombianos, que con su voto o con su
abstencionismo, manifestaban su expresión libre, conciencie y válida para la
democracia; por lo que, ganar la presidencia no debe acreditar triunfalismos
personales, sino más bien compromiso colectivo, cosa que a veces se nos olvida
por nuestros sectarismos y subjetivismos individuales; los más de veintiséis
millones de colombianos como yo, estamos en el sentir de una plena
incertidumbre que gradualmente con el paso de las horas y los días se irán sintiendo
en la economía especialmente y en el mapa político no solo a nivel nacional
sino internacional, tal incertidumbre es evidente, latente, y casi que obvia,
por la que, no se le puede desestimar, ni agredir; ahora es necesaria la tarea
de que todos podamos ser capaces de redoblar la responsabilidad colectiva y hacer posible el imperar
la esperanza por el verdadero cambio, pero esto será efectivo, si solo si en
los próximos años la misma praxis política del nuevo gobierno evidencie los logros
y las reformas que llevaron aminorar la fuerza de tal imperativo colectivo permitiendo
así la magna confianza en temas trascendentales como: el petróleo y la minería,
las pensiones, la economía, la educación, la salud, la cultura, los tratados,
el respeto a la propiedad privada, las fuerzas militares, las relaciones
internacionales, el respeto a las instituciones, los problemas de los
territorios, el ELN y muchas otras cosas que como ‘Amor político’ no traicione
a una democracia que espera respuestas acertadas para el bien del país.
3.
La persistencia una un país dividido. A semejanza de la Colombia de la década de los treinta,
según la historia, la Colombia dividida aún permanece, solo que ahora se hace
más sectaria y violenta, el cual, ha atacado la moral y la honrar de cualquier
colombiano que desde su diversidad integral y social ha sido servilmente
atacado. Las redes sociales, las sucias prácticas del hacer la política, las
mentiras, los ataques, las calumnias, el cruce de los mínimos éticos y todo
aquello que trasgreda las libertades y el respeto del orden colectivo, género
en estos últimos años que la herida de la discordia se abriera más, y como
colombianos diversos nos sacarnos los trapos al solo, muchas veces in importa
si somos familias. ¿cómo gobernar y construir una política del amor, si los
colombianos estamos divididos y enfrentados y quienes nos gobiernan son también
responsables de estas divisiones? De aquí que la ‘Política del Amor’ que debe
hacerse un estado de vida, una costumbre y que sea amparado por el Estado
mismo, comienza en la misma práctica política del gobierno que permita unir, el
nuevo gobierno si de verdad quiere el país unido, reconciliado con plena
confianza, tendrá que llevar a la práctica, junto con sus simpatizantes y todos
los colombianos una buen apolítica que permita buscar caminos de construcción en los distintos niveles de la
vida social, en orden a reequilibrar y reorientar la globalización para evitar
sus efectos disgregantes
El nuevo presidente, el cual, carga una historia en argumentos y praxis que
dibujan una imagen colectiva, que no puede desconocer la existente
incertidumbre social y que jamás puede desacreditar la realidad de una Colombia
dividida, deberá ser un verdadero político, no para sus interés personales, no
para los intereses de su partido, ni mucho menos para los intereses de los
países de la región que gobiernan con la misma línea de izquierda progresista;
el presidente de los colombianos, deberá ser un verdadero político para los
colombianos, capaz de hacer construir y trasformar colectivamente, y todo
porque, es un político hacedor,
constructor con grandes objetivos, con mirada amplia, realista y pragmática,
aún más allá de su propio país
Si bien, el panorama de la política en Colombia es distinto, la campaña del Ingeniero no se puede deslegitimar, ni mucho menos desconocer, nos evidencia que somos político por esencia y que la ejercemos cuando somos conscientes de nuestra responsabilidad con la patria, lo que levanta unas convicciones que generan una cierta credibilidad en la sociedad; la política es la credibilidad del trabajar por el bien común, y eso solo necesita estar convencido y tener las capacidades para edificarlas. Por eso, el nuevo presidente de Colombia siendo respetuoso de la
constitución, de la separación de poderes, desde un estado social de derechos y
desde su visión de cambio para el país con una propuesta de política del amor
que generara la confianza, la reconciliación, la justicia social y la paz, puede tomar las banderas de ese amor por el bien común lográndolo desde un buen gobernar, el cual, logre encausar al país hacia un saber
escuchar el punto de vista del otro facilitando
que todos tengan un espacio; renunciar y pacientemente gobernar para encontrar
un lugar para todos, donde todos se sientan libres y con las garantías de sus
derechos. Si bien, esto no funcionan con negociaciones de tipo económico. Es
algo más, el gobernante debe hacer ese gran intercambio de ofrendas en favor del
bien común. Parece una utopía ingenua, pero no se puede renunciar a la
exigencia de tan alto objetivo
Por ende, del nuevo presidente no solo se espera que sea un verdadero
político demócrata, sino que también desde cada uno de los colombianos
simpatizantes o no, seamos capaces de redoblar la responsabilidad colectiva
desde los territorios y las regiones, el de garantizar el imperio de la
esperanza por el verdadero cambio de las estructuras sociales que permita la
equidad, el respeto de los derechos y la protección de la vida, y el de tener
los principios para edificar desde una confianza que implique el asumir en la
práctica colectiva del Amor político que no traicione a la misma democracia.
Frete a todo esto, a los colombianos reconciliados nos toca en este momento
histórico aprender aceptar y saber que quien nos gobernara es el presidente de
los colombianos y para los colombianos, y no solo los colombianos del pacto
histórico, sino los colombianos en la diversidad y en la diáspora; por lo que,
está en nosotros el aprender a discernir y trabajar en medio de las diversidades
y construir en conjunto ese amor que desde lo individual pueda trascender más
para hacerse amor político. Para esto será necesario ahondar más en el dialogo
social, lo que supone la
capacidad de respetar el punto de vista del otro aceptando la posibilidad de
que encierre algunas convicciones o intereses legítimos. Desde su identidad, el
otro tiene algo para aportar, y es deseable que profundice y exponga su propia
posición para que el debate público sea más completo todavía. Es cierto que
cuando una persona o un grupo son coherente con lo que piensa, adhiere
firmemente a valores y convicciones, y desarrolla un pensamiento, eso de un
modo o de otro beneficiará a la sociedad. Pero esto sólo ocurre realmente en la
medida en que dicho desarrollo se realice en diálogo y apertura a los otros
Referencias
Francisco, p. (2020). CARTA ENCÍCLICA FRATELLI TUTTI.
Roma: VAticano.
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