Reconocer, perdonar y reconciliar, es el camino, un costo colectivo como sociedad colombiana.


En as generaciones de la Colombia de hoy en su mayoría todos somos hijos y nietos de quienes padecieron como víctimas directas e indirectas y de quienes jugaron el papel aberrante de ser victimarios de una violencia desarrollada intensamente en el marco del llamado conflicto armado colombiano, convirtiéndose este, en el peso que por muchas décadas se lleva en la memoria y en la que se busca decididamente por una mayoría, encontrar caminos que allanen el posible logro de una paz estable, duradera y total, la cual, configure no solo el silenciamiento de las armas y la anulación de las acciones delincuenciales, sino también, la responsabilidad ética que permita colectivamente actuar desde una voluntad política de Estado y desde una participación imperante de la ciudadanía en la reconstrucción de la sociedad colombiana que somos todos. Contrario a este criterio, existen también unas fuerzas poderosas que oscuramente envuelven en el ambiente citadino, territorial, político, económico, social, y en la era post-pandémica, donde se rehúsa de la responsabilidad ética  ante la tarea pendiente de transformar y construir la paz colectiva, esa que debe llevar constantemente a un encontrarnos, para un mirarnos y así como sociedad desde un dialogar y escucharnos poder aprender a comprender el pasado histórico -que pesa- y un asumir los criterios categóricos que lleve a todos a trabaja por la paz y la reconciliación territorial y nacional, una responsabilidad del presente y del mañana. Para esto, se necesita empoderar colectivamente a la ciudadanía para que no renuncie a la urgencia de hacer ejercicios de profunda reflexión partiendo de un preguntarse como sociedad ¿Por qué hoy como sociedad seguimos siendo tan violentos y conflictivos? ¿Qué hace tan difícil dar el paso para asumir la responsabilidad de reconstruir desde la memoria histórica el presente de una sociedad que trabaje para vivir en la paz? ¿Cuál vendría siendo el obstáculo que socialmente imposibilita que la trasformación del país pase por el reconocimiento, el perdón y la reconciliación como caminos constructivos para la paz integral que necesita Colombia?  ¿Existe voluntad política del Estado y interés ciudadano para trabajar por la paz y la reconciliación? ¿Se entiende que la construcción de la paz es una responsabilidad ética como sociedad? 

No sería agradable sentenciar con una idea pesimista pero el hecho de que hoy en la sociedad colombiana pareciera que el dolor y las consecuencias que dejaron más de cinco décadas del conflicto armado y su avanzada mutación en el presente, pareciera no ser razones suficientes para movilizar conciencias, voluntades y capacidades (más en las nuevas generaciones) que se comprometan para trabajar y conquistar los esfuerzos políticos y éticos que se necesitan en el difícil proceso de labrar y  tejer un tejido social que permita una renovada sociedad en la década del siglo XXI. 

Por consiguiente, en este entramado de historia de un pasado, las acciones en el presente y la necesidad urgente para la renovación de este país, se hace imprescindible asumir muy en serio la relación Perdón y Reconciliación, no como un eslogan de solo contenidos religiosos y/o laicos, sino como un hecho político que se haga constructivo desde lo colectivo configurándose en el hecho mismo de permitir partir del reconocimiento ante lo que fue el conflicto (causas), lo que hoy tenemos que vivir del conflicto (consecuencias) y lo que debemos hacer como sociedad para cambiar y desmontar el conflicto (acciones transformadoras). Ahora bien, sin que esto suene a cliché, es aquí donde reiterativamente deba entenderse la importancia sobre tres caminos que ética y políticamente permitan la construcción y la trasformación de los criterios y las convicciones que asumidas desde responsabilidades individuales y colectivas hace posible el trabajo por la paz, aunque si bien existen autores y razones que generaron, promueven y sostienen hoy la dinámica de la guerra en Colombia, es la sociedad en su mayoría (la que sufre las consecuencias de la guerra), la que debe empeñar su existencia por la construcción de la paz en este país. Por ende, es la sociedad colombiana la que debe trabajar por Reconocer, Perdonar y Reconciliar, son caminos que colectivamente cuesta asumir, pero que son los instrumentos para salir del círculo vicioso de una violencia sistemática y que espiralmente muta con el tiempo y sigue destruyendo todo lo que encuentra en su paso. 

Ahora bien, partiendo de los hallazgos de la Comisión de la Verdad (2022), es fundamental mantener la idea de que el conflicto armado colombiano tiene causas y consecuencias impartidas por autores, promotores en su desarrollo argumentativo (ya sea ideológico o no) motivaciones que se traducen visiblemente en la fuerza del accionar guerrerista, en este sentido es imperante ver como los actores armados no actuaron sobre espacios vacíos, estos se relacionaron e interactuaron con otros actores que manejaban o manejan las dinámica territoriales conformadas por las estructuras de poder regional, los sistemas de autoridad local o participación política, el funcionamiento de las instituciones del Estado presentes en los territorios, las dinámicas económicas de las regiones y la misma cultura (Colombia Adentro. Caribe., pág. 18). De por sí, esto hace de que la guerra en Colombia involucra no solo a quienes están detrás de ella, sino también a quienes la ignoraron porque no les toco ser parte de sus consecuencias. Por lo tanto, para avanzar en la construcción de la paz en un Estado social de derechos donde todos somos responsables desde los deberes ciudadanos, se requiere, que también se reconozca la responsabilidad colectiva ética y políticamente en las dinámicas del conflicto colombiano sumando a quienes la ignoraron desde sus orígenes, sus consecuencias y hoy desde su fuerte mutación. Por lo tanto, hablar de la construcción de la paz, involucra la importancia de hacer un acto de reconocimiento basados en una responsabilidad por ser actores indirectos, invisibles, donde se omitió con el silencio, el desinterés o el desconocimiento de la realidad colombiana, lo que lleva asumir la pregunta interpelante del padre Francisco de Roux: ¿Qué nos pasó?, pregunta que no se acomoda a una simple retórica, sino que pone en el tapete la importancia de un cuestionamiento profundamente necesario que evidencia los riesgos del indagar y del reconocer las múltiples responsabilidades históricas de un conflicto que degrado integralmente a nuestra sociedad colombiana (González, 2022). 

Es en este sentido, el RECONOCIMIENTO de responsabilidades es una fuerza sanadora que reta las imágenes que tenemos sobre el perdón o la reconciliación. Esto permite la imperativa necesidad de interpelarnos como sociedad ante la dimensión pública de los reconocimientos se vinculan el dolor de las víctimas y la vergüenza de los responsables, ya que esto nos permite preguntarnos ¿Por qué como sociedad en su conjunto se permitió que tantas cosas sucedieran? Por ende, una sociedad que se cuestiona desde la historia y reconoce su participación en el desarrollo de la guerra debe pedir y buscar el perdón en la dimensión de lo individual y colectivo. Pero este reconocimiento debe generar la verdad como fruto y como instrumento para desarticular la fuerza de aquello que género y siga generando más violencia y destrucción dentro de la sociedad colombiana. Toda verdad es desafío grande pero necesario. La verdad es una compañera inseparable de la justicia y de la misericordia. Las tres juntas son esenciales para construir la paz y, por otra parte, cada una de ellas impide que las otras sean alteradas y se transformen en instrumentos de venganza sobre quien es más débil (Francisco., 2017, pág. 81). Así lo entendió la Comisión Esclarecedora de la Verdad (CEV), cuando analiza que el comprender la búsqueda de la verdad histórica, política y ética es fundamentalmente necesario y crucial para el proceso de la construcción de paz en Colombia y la reconciliación del país. Por lo que, encarar la verdad y avanzar en el conocimiento y el reconocimiento de lo sucedido durante el conflicto armado interno, del legado de violencia y también de resistencia, para asumirlo como condición para la convivencia entre los colombianos, así como para sentar las bases de la no continuación y repetición de la violencia, crear un ambiente transformador que permita la resolución pacífica de los conflictos y avanzar en la construcción de la más amplia cultura de respeto y tolerancia en democracia (Colombia Adentro. Caribe., 2022, pág. 21). 

Consecuentemente, encontrarnos como sociedad para escuchar la verdad de la realidad del conflicto armado colombiano en sus causas, desarrollo, consecuencia y mutación, permite sentar las bases fundamentales para la construcción y la trasformación de criterios y convicciones éticas, políticas, humanas y espirituales, los cuales permiten entretejer entre todos una renovada sociedad. Estas narrativas son insumos necesarios que hacen posible el camino del perdón y la reconciliación.  

Por otro lado, en la Comisión de la Verdad (2022), el PERDÓN, no se puede entender como un proceso inmediato, este requiere de una decisión, un fortalecimiento y una sostenibilidad en que permita elaborar un proceso constante que va implicando múltiples factores y temporalidades, también es un proceso individual de cada una de aquellos que se identifican como víctimas directas que de manera individual y colectivas requieren de conocer el porqué de los hechos que promovieron la acción de una violencia que desarmo toda una estructura existencial y el desarrollo de un territorio fundado por realidades que constituyen su propia identidad; es por eso que, hablar del perdón, se convierte en el camino necesario de recorrer sobrellevando los argumentos de una verdad donde se reconoce una participación directa o indirecta de los hechos que generaron ruptura en cualquiera de los ámbitos de la vida humana; si bien, el perdón es una necesidad, este no requiere ser un peso de obligacional moral que se debe cumplir en la inmediatez de los procesos, el perdón se logra conquistar cuando frente a la verdad existe el reconocimiento, donde víctimas y victimarios puedan lograr encararse y crear puentes que comprometan sus razones para trabajar por una restauración colectiva que parta desde su dignificación y del respeto de sus derechos empezando por el vivir en paz.  En este sentido, es fundamental concebir que la sociedad colombiana -donde todos somos partes como ciudadanos- aun no a asumido la importancia de trabajar en el trazo del perdón social que permita un involucrar toda una participación individual y colectiva en el mediano plazo de la historia, posiciones así permiten desarrollar razones de una violencia que va mutando en la conciencia colectiva de las sociedades. 

Por ultimo y sin que esto sea importante, el resultado del recorrido que la sociedad colombiana debe ir trazando en todos sus contextos y estructuras: el reconocimiento como instrumento para asumir la verdad, el perdón como un espacio de sanación individual, colectiva y estructural, llevan a la trasformación de mentalidades y actitudes prestas para trabajar en conjunto con los otros por la dignificación y el bien colectivo de toda persona humana como ser individual y ser social, como también y reencontrarse sanamente con todo lo que le rodea para elevar su existencia. Y aunque este se todo un proceso largo, complejo siempre es la clave esperanzadora para la RECONCILIACIÓN. Esta en sus diferentes significados permite afrontar las fracturas que dejó la guerra en el tejido social, hacer cuentas con el pasado por parte de los responsables, poner las bases políticas para la reconstrucción de la convivencia o restablecer relaciones rotas por la violencia y la exclusión histórica asociada a ella, forma parte del camino que Colombia está recorriendo (pág. 615). Por ende, toda dinámica de reconciliación para la sociedad colombiana, hace posible la reconstrucción de las relaciones rotas, la reconstrucción de la confianza en la ciudadanía dentro del territorio como un derecho, toda dinámica de reconciliación, es fruto de una verdad reconocida que permite reparar la dignidad que fue negada y violentada por la atrocidad de la guerra. 

Es necesario tomar clara nota de este recorrido que humana, espiritual, ético y políticamente nos permite el desarrollar la construcción de la paz como sociedad colombiana, comenzando en la realidad espacio temporal de los territorios que tienen sus aportes significativos al desarrollo de un país, hace posible la transformación mental y vivencial que promueven el parar la devastación de la guerra, del conflicto y así el imperio de la muerte sobre la vida. Todos debemos imbuirnos en un trabajo mancomunado donde siendo capaces de Reconocer, perdonar y reconciliar podamos progresivamente aportar en la búsqueda y construcción de la paz. 


Bibliografía

Comisión de la Verdad. (2022). Colombia Adentro. Caribe. Bogotá: Comisión de la Verdad.

González, C. A. (8 de julio de 2022). Francisco de Roux: el conciliador que se echó al hombro la Comisión de la Verdad. El Espectador.

Comisión de la Verdad. (2022). Hay futuro si hay verdad: Informe Final de la Comisión. Hallazgos y Recomendaciones. Bogotá.: Comisión de la Verdad.

Francisco., P. (2017). Homilías y discursos. Visita apostólica del Papa Francisco a Colombia. Bogotá.: Conferencia Episcopal de Colombia.


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