Y SEGUIMOS...

Seguimos estando en la Colombia que no logra transformar su conciencia histórica y social, más de cinco décadas de guerra con un acuerdo de paz por implementar (que no avanza) no han bastado para superar las barreras de las brechas históricas de la peor pandemia: la pobreza que ante una riqueza mínima se fortaleza y se hace indolente; no se ha sido capaz de aplanar los odios y los amores que nos mantienen divididos y nos acribillan como animales sin importar nuestro destino, ahora que al enfrentarnos a una pandemia invisible y que de paso ya ha cobrado en pocas semanas más muertos de los pronosticado, ciertamente no ha servido de mucho aunque aparente ser lo contrario; todo porque esto en vez de volvernos una sociedad masificada hacia lo sensibles y lo humano, con disponibilidad y apertura para trabajar por transformar partiendo de una solidaridad colectiva menos religiosa y más pragmática en la Fe, lo que ha llevado es a endurecer su presencia odiosa y ambiciosa ante lo interpelante; ver los medios de comunicación y las redes sociales como campos para destilar el veneno del odio y la venganza que polarizan al más ignorante y que llevan a odiar al que con esfuerzo a construido su patrimonio sin haber olvidado a su prójimo; ver como los vivos con intereses mezquinos se aprovechan de los más frágiles, ver como se sigue interponiendo el imperio de la Ley antes que un humanismo sano que lleve beneficio al más frágil, ver como los de izquierda critican a los de derecho y estos a su vez, como si esto fuera un problema de acatar sus ideologías mezquinas y superfluas, es lo más degradante y lo más bajo que podemos llegar a ser como sociedad colombiana.
Lo peor, es que seguimos con las generaciones que se levantan bajo tal laberinto, implantan con un argumento efímero y odioso un ideal basado en la demagogia caudillistas que unos líderes han promovido, pero que aprovechan el poder para deslegitimar la verdadera política lavando el cerebro a los que supuestamente critican una ideología para promover otra que a fin y al cabo terminaría siendo el mismo pasaje sin salida y con una búsqueda abarrotada del poder egoísta y ambicioso.

El covid – 19 en Colombia ha contagiados y ha dado muertes, y lo seguirá haciendo, y desde varios horizontes sociales se seguirá mostrando lo mejor pero sin desconocer también se sigue dándose sin compasión lo peor de nuestra empañada cultura; esto último, en la expresión públicas de los resentimientos, odios, venganza, de un populismos vacío y de masas desorientadas, de pobres que exigen un plato de comida, pero que algunos viven como cual magnates irespetando la autoridad, jugando cartas y tomando ron a escondidas, cual veneno gramatical mediatizados por las redes sociales y el olvido de los que no tienen nada y mueren de hambre sin esperanza, es el pan de cada ante un gobierno que trata de hacer mucho pero que siempre seguirá siendo poco ante la desbandada complejidad de este mi hermoso país. Lo más grave de todo esto, es que seguirán pregonan justicia social, criticando a quien gobierna y juega con el poder político, pero que no mueven un dedo por cambiar con praxis dando credibilidad a sus quejumbrosos discursos, y tampoco será capaces de pasar el trago amargo de dicha gravedad humana y social, porque a la muestra un botón salen despavoridamente para curar su enfermedad en otro país porque no cree en los profesionales de su país, lo peor es que muchos alaban tal actitud como cual mesías salvador de un pueblo en el que solo se escucha el argumento pero que en lo pragmático no tiene su bella imagen.

Todo esto seguirá siendo capital para seguir en el presente con el circulo vicioso de la Colombia que no ha aprendido a perdona, a reconciliarse y mucho menos a ser verdaderamente instrumento de la justicia social, la verdad y la paz, pilares que siempre deberá reconstruirse desde abajo, es decir, desde un pueblo, crítico, con argumentos y capacidad de edificar desde el diálogo, equilibrado, y con actitudes que unen y llevan a la transformación progresiva de la propia historia.

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