JUZGAR, CONDENAR Y NO PERDONAR, INCAPACIDADES HUMANAS, RIESGO EN EL CAMINO DE HUMANIZACIÓN Y EDIFICACIÓN RECÍPROCA.
«Sed compasivos como vuestro
Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis
condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena,
apretada, remecida, rebosante pondrá en el halda de vuestros vestidos. Porque
con la medida con que midáis se os medirá.»
(Lc 6, 36 – 38)
En la(s) lucha(s) de finales de siglo pasado y del
presente bajo el paragua de un discurso por la emancipación y una exigencia del
respeto a las autonomías humanas, sigilosamente se está tratando de establecer
una actitud de rechazo social a todo lo que exija un “comprometerse con la
edificación de las estructuras sociales” donde se tengan garantías de derechos
y responsabilidades hacia deberes para el salvaguardar un desarrollo humano y
social de manera integral y equilibrado. Por eso, todas las instituciones (como
la Iglesia, el Estado, la Política, la Familia, las Normas y demás) que
impliquen el acatamiento del deber por y para beneficio de otros se encuentran
atados en un entre dicho, no solo por sus evidentes incoherencias, sino
también, por el no reconocerse como instrumentos de orden y de estabilidad
colectiva. Cuando esto se da, se pone en riesgo dos criterios: (1) las
relaciones humanas de manera integral y sanas, y (2) el equilibrio social que
marque progreso y justicia; es así como los discurso libertarios que se dan
desde finales del siglo pasado que careciendo de propuestas humanas y justas y
que buscan establecer autonomías que exigen un nuevo orden social desconocen el
existente camino de estructura histórica por considerarlo autor de todos los
males; tal actitud va deslegitimando y tratando de anular por completo su
autoridad moral y ética dentro de la conciencia histórica y los procesos de
edificación de identidad de todo los seres humanos (hombre y mujer) se han
venido realizando.
Estas alarmas referidas dentro de un proceso de humanización
en las sociedades en vías de desarrollo que debería estar globalizándose sobre
conceptos y/o principios como: Igualdad en derechos y deberes, Justicia social
(de carácter: distributiva y jurídica), Dignidad a la persona humana,
evidencian un desencanto cuando los discursos, las prácticas siempre establecen
un querer destruir y poner en peligro el desarrollo de la dignidad y la
integridad de la persona humana, (todas las ideologías terminan en la destrucción
y la muerte del ser humano) aunque parezca catastrófico pesarlo, se visibiliza
una sociedad que está careciendo de argumentos para discernir y en convicción
asumir la necesidad de corresponder a las exigencias que den con el respeto, el
reconocimiento, la defensa y la promoción del otro como persona igual en
dignidad y derechos; desde las autonomías de las que tanto se pelean (persona,
estatal, regional, universitaria y demás) terminan siendo discursos carentes de
capacidad para reconocer y trabajar con el que es distinto y que en medio de sus diferencias puedes aportar para la tarsformaciòn; tales sofismas que se hacen llamar Incluyentes, se vuelve excluyente, cuando en su actuar su incoherencia reina, puesto que al considerar una posición autónoma y legítima distinta, la desestima junto con la persona que la empodera colocando en riesgo su igualdad en dignidad y derechos, por eso, la violencia hacia el
otro que piensa distinto y tiene concepciones distintas ante las realidades,
procesos y dinámicas para edificar, se convierte en un obstáculo, piedra de
tropiezo, del que se tiene que tener mecanismos (academicos y juridicos) para eliminar y desarticular su acción que lo llevan a tener autoridad de palabra y de obras sobre los demás.
Sobre esto, tres actitudes que están destruyendo las relaciones humanas y el equilibrio socia desde un
falso discurso de autonomía que quiere mostrar ser: incluyente, integrada y
participativa, pero que en el fondo evidencia el afán de un poder autoritario y
perverso que ponen en riesgo la dignidad y los derechos de todo ser humano:
1.
Juzgar al otro desde lo emocional-emotivo y egolátricamente, actuando de
manera severa y sin argumentos de piso, solo con el fin de desconocerlo,
desautorizarlo, destruir y anularlo del colectivo.
2.
Condenar desde las apreciaciones individualistas sin oportunidad de la
legítima defensa del procesado que defienda y articule las ideas del “por qué”
y del “para què” de su proceder; la ley jurídica o aquella que es tomada por
las propias manos, evidencian la incapacidad humana de la compasión hacia el
otro como ser humano, no existe remordimiento ni misericordia por quien es
igual a mí en dignidad y derechos.
3.
La incapacidad humana de actuar en actitud de reconciliación y de perdón
desde la perspectiva individual y colectiva; la(s) lucha(s) autoritaria(s)
dadas desde el falso discurso de la autonomía y el acto de desconocer a quien
es el contradictor de las ideas quien a bien puede sumar en la construcción
colectiva, lleva a tender conflictos que no superados ni bien manejados, se
convierten en armamento para disparar con violencia, el cual, terminan siempre
con la anulación del individuo y los daños colaterales inesperados.
Tales circunstancias
que desde la individualidad ególatra deshumanizan socialmente, ponen en grandes
riesgos a cualquier estructura comunitaria, anulando los valores y los
principios que de esta deben estar sujetas para el desarrollo edificante, se
anula la esperanza de transformar lo que antes colocaba en peligro la vida
humana; por eso, es un mayor peligro aquella persona y/o grupos decididos y
capaces desde su ingobernabilidad emocional, el querer anular al otro, con
resentimiento, odio, rencor y criterio de rivalidad se destruye; es un peligro
para la edificación social, un peligro latente para la humanidad, un peligro
para la historia; a esto es lo que las generaciones de hoy como la de ayer
siguen apelando, sin la capacidad de lograr sacar de su conciencia la ficha que
anuncia y acciona el conflicto hacia la violencia destructiva; por eso las
respuestas hacia lo contrario, es y seguirá siendo la mayor capacidad ética de
saber hacer bien las cosas en beneficio de lo común y no de lo netamente individualista; apelar a la egolatría y el dolor destructivo, es
lo que lleva a la defensa y al ataque con sentido demoledor y no con sentido de
diálogo edificante y progresivo para conquistar el perdón y la reconciliación
entre seres humanos (hombres y mujeres) iguales en dignidad y derechos.
Por
ende, es un egoísta malo, un individualista, quien desde su concepción atropo
ética equivocada, considera que
no tienen ninguna relación originaria con nada, ni con aquel que le interpela
desde sus diferencias, posee la capacidad de juzgar, condenar y no
perdonar, todo esto termina siendo las grandes incapacidades humanas que ególatramente
ponen en riesgo todo un camino de
humanización y edificación recíproca, el cual, deberia llevar al verdadero camino del
respeto a la Dignidad Humana y la disciplinada edificación de la verdadera Justicia (distributiva y
jurídica), no permitiendo asi colocar en riesgo los derechos pero también los deberes
en los ámbitos de las estructuras sociales; mientras se siga dando este tipo de
criterios y actitudes a nivel personal, familiar, local, regional, académico y
social donde juzgar, condenar y no perdonar sea el mejor camino, se seguirá desconociendo lo verdaderamente humano y desequilibrando lo
verdaderamente social, recibiendo ciertamente el mismo efecto para con la
propia existencia (Lc 6, 38).
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