DESDE EL RENOVADO GRITO SOCIAL EN LAS CALLES, SURGE LA ESPERANZA DE UN CAMBIO SOCIAL.
En los últimos años
después de la firma de los acuerdos de la Habana y el proceso mismo de su
refrendación, se han propagado por todo el territorio nacional algunas expresiones sociales que sintonizan la
exigencia por el respeto y la defensa por la vida, esto debido a los distintos asesinatos sistemáticos
a líderes sociales, defensores de derechos humanos y excombatientes dela farc
concentrados en las zonas de reintegración, si bien esto atentan contra la
dignidad humana y el libre desarrollo
de los derechos como ciudadanos y en el que el Estado no ha podido dar solución
eficiente; por otra parte, se ha levanta el clamor de toda una sociedad para
enfatizar sobre la urgente necesidad de cambios estructurales que evidenciados
seriamente en la corrupción y la aplicabilidad de políticas de Estado que no son
garantistas de derechos han llevado a manifestar el agobio social en Colombia. El
cierto descontento social se da desde los trabajadores, las madres comunitarias,
los jóvenes estudiantes, los docentes, el campesinado, los indígenas y demás grupos
representativo de la clase trabajador las cuales ven en peligro no solo su estabilidad
laboral, sino también su desarrollo económico para el fortalecimiento integral
de sus mismas familias; desde muchos años esto se ha venido anunciando, pero en
los comienzos del final de este año el cansancio social se hace relevante y
exigente con el fin de que políticamente las acciones que afecta las dinámicas
económicas del colectivo puedan reconsiderarse y construir políticas más
justas, equitativas y que garanticen los debidos derechos sociales.
Todo esto marca un despertar de la fantasía y de la negación que
existe en la memoria colectiva, puesto siempre se considera que aquí: “todo está
bien, de que no está pasando nada”, pero ciertamente, las protestas del 21 N
has generado un continuismo en días que nos muestran que tal despertar genera
unas brisas esperanzadoras de trasformaciones sociales impulsadas por la
ciudadanía que no solo critica a un gobierno, sino que pone en la palestra
pública los males que gravemente están en la historia política, económica y
social, y que deben ser replanteados por una agenda social que tendrá que
construir de cara a la expresión social del pueblo y no solo de empresarios y políticos;
tal despertar ciudadano que no se apagara con las bombas lacrimógenas del Esmad,
posee un argumento que debe reconocérsele y tomársele muy en serio, puesto que,
desde las peticiones colectivas se han de elaborar construcciones argumentativas
que favorezcan al desarrollo del país.
En este
momento no se puede dejar esfumar de la historia esta emocionalidad social, debe
materializarse y capitalizarse en acciones concretas que edifiquen acuerdos y
logros para bien de todos como país y por eso el llamado del presidente a una
conversación nacional es el preámbulo para empezar a concertar y construir una
agenda social diferente, donde las trasformaciones políticas se den de cara al
pueblo, al colombiano de a pie, que solo vive con un salario mínimo, de
aquellos que no devengan, de los jóvenes que nos son contratados de manera
inmediata después de su graduación profesional, es necesario tener una óptica política
con realidades sociales claras y basadas a la realidad, y romper con el
dinamismo de unas políticas del Estado que aún
no han permitido frenar los fenómenos de la pobreza y la marginación social ya
que estas se encuentran más objetivadas hacia la dinámica de una economía cuyos
referentes se basan en la producción, distribución, comercialización y consumo
de bienes y servicios, garantizando así el individualismo social y no el
elemento de lo común, esto sigue marcando el trazado de una brecha social que
entre los ciudadanos aunque se cuente con el estatus jurídico que ampara el
derecho social, es vigente realidades como la pobreza extrema, la pobreza
parcial y la riqueza acumulativa..
Ahora bien, la
lucha por reivindicación de los derechos y el cumplimiento de los deberes, las
que lleven a una Vida Digna y legítimos espacios de construcción integral y de
verdadero Desarrollo Humano y Social es el grito unánime de una protesta social
legitima y en paz, como la que vivimos en gran parte del territorio nacional,
no es la estigmatización de la misma la que desarticulara el argumento donde se
busca enseñar y defender que la vida es digna y necesita ser respetada y
garantizada en sus derechos, y el Estado es responsable de tal urgencia.
El grito inconforme de la sociedad es necesario
asumirlo seriamente lejos si del nepotismo de un Estado que tercamente cierra
sus oídos y sus ojos ante la tragedia neoliberal y capitalista que ha
derrumbado los sueños de realización de muchos y ha desvirtuado la responsabilidad común de otros; esta vez, es
fundamental no viciar el hilo discursivo y sincero de la sociedad colombiana,
cada región clama atención, justicia, reconocimiento, inversión y respeto; de aquí, la necesidad de evitar que
las luchas sociales en Colombia terminen convirtiéndose en argumentos para el
conflicto político-social, como en muchas décadas atrás, donde se hizo en discusión
y pelea de partidos políticos que abanderaron sus argumentos en pro de las
necesidades colectivas, pero más que sacar la cara por el pueblo, polarizaron
la conciencia colectiva hasta llegar a dividir por los colores a todo un país, esto
con el tiempo ha llevado, y se sigue presentando, a presentar acciones de
corrupción, y de paso, olvidando las necesidades del pueblo que se sume en la
exclusión, marginación y en la descapitalización económica colocando en peligro
su estabilidad y su realización. Todo esto en el pasado permitió protagonizar una
guerra, que en el presente aún se activa, aunque de manera minoritaria. Pero
que sigue siendo auspiciada por terceros, generando en el tiempo al más crueles
de los conflictos armados, el cual, hoy después de unos acuerdo, exige recomponer
la memoria para reconstruir con claridad un nuevo orden social, político,
económico que permita el edificar la Paz, esa que han llamado estable y
duradera.
Colombia requiere históricamente un dialogo social,
serio, integral, donde participen todos los estamentos que conforman dicha
sociedad, el ideal debe llevar hacia la trasformación de aspectos que colectivamente favorezcan la justicia, la
equidad, el bienestar integral de las familias, y para eso, se debe apelar a trabajos dignos, salarios
justos, estabilidad laboral en las empresas, salud y educación de calidad,
fortalecimiento pensional y demás aspectos
que demandan atención; en este dialogo no puede estar presente Petro y
Uribe, ya que frente a los problemas sociales han evidenciado el gran fracaso de
la derecha, de la izquierda y los partidos de centro, jamás su
representatividad han podido lograr entender las necesidades del pueblo
colombiano, han sido sordos y mudos ante el dolor y las miserias, han permitido
el colonialismo capital que sigue quitándole hasta lo que no tiene el común,
son ideologías que carecen de fuerza para trasformar, en ellos no se siente el dolor del pueblo colombiano,
en ellos lo único que se presenta los argumentos para generar división, polarización
y destrucción; por eso, ya no es creíble su
patriotismo político, y de allí que el enojo colectivo estalle en un grito que
busca Justicia, Reconocimiento y Respeto.
Por consiguiente, se debe apelar a una
representación respetable, que sienta el clamor de la sociedad, que entienda sus
quejas y su sentimiento de frustración frente a un Estado inoperante, engañoso
y falto en asumir no solo las riendas de realidades como la corrupción, el narcotráfico,
los problemas internacionales con otros gobiernos y la demagogia politiquera engendrada
desde los territorios, sino que también se debe edificar desde las bases un
camino que permita el equilibrio, el desarrollo y la estabilidad social, ya que
si bien, desde el marco político e institucional
esta no existe sólo para evitar malas prácticas, sino también para alentar
mejores prácticas, para estimular la creatividad que busca nuevos caminos, para
facilitar las iniciativas personales y colectivas» (Carta enc. Laudato si’,
177).
Si bien, la construcción de la paz en Colombia
tiene que pasar por una seria y contundente responsabilidad Política,
Económica, Social y Cultural, el cual, implique las trasformaciones profundas
en materia de convivencia, justicia social y equidad; no se puede pretender
querer seguir construyendo un país sobre las bases de la politiquería regional,
la corrupción Estatal y territorial, la practica injusta de los derechos
sociales (Educación, Salud, Empleo, Vivienda), el narcotráfico que ha
traspasado los muros de escuelas y universidades y la cultura de una violencia latente desde nuestras relaciones, la que nos impide
reconciliarnos y mirarnos como miembros de una comunidad.
Frente
a toda esta necesidad, el clamor social, se levanta como una voz a la que hay
que atender, y desde allí es germinante la semilla de nuevos tiempos que permitirán
hacer de nuestra vida una existencia plena en un verdadero estado de derecho;
por eso, existe la
sensación de una esperanza colectiva, aunque los desmanes se presentaron, por
alguien que no entiende, ni sabe en verdad a ciencia cierta lo que se está
buscando y lo que está pasando, porque quien destruye lo construido no
entiende el daño que hace y lo difícil y costoso que será volver a construir; en
medio de todo eso, algo debe cambiar, algo debe empezar a ser diferente, pero se
requiere pasar por un lago trecho de deconstrucción política, tener una mirada
a las realidades sociales del presente y comprender las necesidades apremiantes,
se debe actuar inmediatamente, el mañana de las próximas generaciones viene
pronto, y sería más caótico si hoy no se comprender las necesidades y se
materializa en respuestas concretas. es cierto que se tiene que pensar en eso,
no solo quedarse en dar avales a quien gobierna actualmente, es entender que
existen políticas en materia económica que están desbordando la capacidad de
quienes hacemos parte del pueblo, un salario mínimo no alcanza, los malos
servicios de salud, educación, trasporte, de energía, de agua, una seguridad
alimentaria entre dicho, una contaminación de los recurso naturales, una
explotación sin sentimiento a la naturaleza, y unos pueblo que por el pasar de
los siglos siguen siendo los mismos desde su creación, porque sus recursos han
sido robados por quienes le han gobernado.
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