CRECER EN CONVICCIÓN Y MOTIVACCIÓN PARA LA ACCIÓN.

Durante mucho tiempo los seres humanos hemos aprendido a superar las barreras que se han colocado como obstáculo para reprimir el desarrollo integral de unos y dejar avanzar a los que por servilismo se disponen actuar con aquellos que manejan los hilos del poder que las estructuras sociales contienen; pero en los tiempos actuales, tal realidad evoluciona más en su densidad haciendo que la humanidad evidencie una mayor destrucción, realidad que difícilmente podemos cambiar, pero que, teniendo una mirada diferente en la búsqueda de interpretaciones distintas empezaría a desvanecer lo que corrompe al ser humano hoy.

Para este rastreo de interpretación distinta más allá de nuestro individualismo ceguero, perverso y ambicioso, se necesita crecer en dos cosas interiormente:
(1) Las convicciones como fuente de argumentos.(2) Las motivaciones como impulso para crear acciones.

Dichas realidades edificadas y concienciadas interiormente en la condición humana, generan Esperanza que cimentada nos hace capaz al ser hacia la práctica para trasformar y construir. No se puede seguir pensando y bregando a formar al hombre de hoy solo en la evocación del pragmatismo que genera producción y capital anulando su interioridad; es necesario volver a sembrar el sentido de lo humano, capaz de ubicarlo hacia el sentido de su existencia, pero también, en su necesidad de la trascendencia hacia la realidad, hacia el otro(s), la finalidad estará en tener el poder para trasformar y construir nuevos tiempos donde exista la capacidad del respeto sin intensión del daño.

Para esto, sin lugar a dudas, la educación será el arte de edificar convicciones cimentadas en lo que es un deber ser y hacer, siendo principio de todo que genera sentido y valor a la existencia, algo que sobrepasa todo legalismo moral y jurídico; cuando se educa, se educa para vivir en plenitud, y no para ser siervos pragmáticos y/o servidumbre sobreviviente, situaciones que destruyen y buscan complacer el egoísmos y la ambición de poder y riqueza, buscando siempre estar por encima de otro sin interés del otro como semejante y en su igualdad. Por otra parte, las motivaciones están latentes en la estructura de la existencia y estas se alimentan de las convicciones que se tienen construidas; cuando existen razones para vivir, luchar, seguir y actuar, las motivaciones nos impulsan a la acción que se materializa en las diferentes manifestaciones que humanamente representamos desde los dones y carismas.

La búsqueda de hacer algo por el bien de los demás, siempre y cuando, este orientada a la búsqueda del supremo bien, requiere del poder de las convicciones y la fuerza de las motivaciones, criterios que llevan al hombre de hoy a ser MAS humano, equilibradamente pragmático y con el poder de trascendencia en el espacio y en el tiempo.

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