LA CORRUPCIÓN, UN ACTOR Y UNAS ACCIONES, UNA PERVERSIÓN DE LO INDIVIDUAL Y LO COLECTIVO POR ACABAR.
Nadie puede ignorar que Colombia es
un Estado social de derecho, constituida por un poder gubernamental central
donde rigen los demás poderes territoriales y regionales, quienes ponderan tal poder, son elegido por el
pueblo conformado por las bases sociales, distribuidos en las distintas clases
obreras, los campesinos de las regiones especialmente rurales, los jóvenes
universitarios y todos aquellos que forman parte de la sociedad llamada país, cada
grupos posee por naturaleza una identidad política siendo el constituyente
primario facultados con el poder democrático de elegir y ser elegidos; consecuentemente
dicho ejercicio de elección “libre y consiente”, faculta a quienes son elegidos
del poder gubernamental para construir de manera responsable lo caminos que
lleven al desarrollo del país donde las regiones y los territorios ajusten sus políticas
públicas según las necesidades, con el fin, de velar por la Justicia, la Equidad
y el Respeto de los derechos y los deberes, donde la dignidad humana sea el
principio bandera de todos los principios sociales y democráticos.
Lo anterior se comprende tajantemente en la Carta Magna
de la Constitución Política del 91 cuando se habla de los principios
fundamentales (Capítulo I, Art: 1 – 10); dicho marco jurídico le da garantías a
cualquier ciudadano para haces respetar el ejercicio democrático con el que
faculta a quien revestido de poder debe asumir obligaciones como gobierno para
con todos los ciudadano que conforman el territorio nacional.
Ahora bien, si tales herramientas
jurídicas consagradas en la gran norma de nuestro país, son instrumentos para
custodiar y exigir el debido ordenamiento social al interior de lo colectivo,
entonces es de cuestionar desde las base sociales sobre ¿el por qué se ha sido y se sigue siendo permisivo en el inadecuado desarrollo
de acciones que procrea la presencia de una injusticia social que expande los cordones
de la pobreza, la inequidad, la violencia y de paso, una real violación de los
DDHH?
Responder esta pregunta tiene un protagonista: el ciudadano
que posee facultades y empoderamiento político y jurídicos, este se asocia y
lleva a construir realidades que puede favorecer o desfavorecen su propia
existencia; ahora bien dicho individuo ha logrado trasegar una historia
negativa que involucra dos argumentos evidentes:
(1)
La de una cultura que como
estilo de vida ha asumido desde la historia republicana unos ciertos comportamientos
que han de estar siempre en contra vía de lo legal, de lo correcto, de lo que
debe ser admitiendo al interior de la realidad social, esto hace proclive
situaciones complejas de injusticia he inequidad.
(2)
Por otro lado, en
relación con lo anterior, se puede manifestar que al interior de los procesos
pedagógicos que estructuran la Educación ya sea al interior de la familia o en
las instituciones académicas, se ha desdibujado con gran ímpetu los argumentos edificante
para construir la conciencia desde el aprender: “el deber ser” (lo moral) y “el
saber hacer” (lo ético), cuando esto no es parte de la línea transversa de todo
procesos de formación integral en la vida del individuo, entonces, existen
vacíos en la conciencia personal sumando esto a lo colectivo.
Ahora bien, desde una cultura
desvitalizada en lo que es “lo correcto” y sobre una realidad educacional que desde la
formación integral desconoce el discurso de lo moral y lo ético como línea que
transversalmente de someterse a todo proceso de aprendizaje, se ha hecho permisivo
la procreación de injusticia social porque al Estado que gobierna (nacional,
territorial y/o local) se le permite pasar ciertos vicios en el procedimiento y
ejecución de sus políticas de gobierno ya sea de tipo territorial, regional y
nacional, los cuales, manipulados, comprados y hasta no asumidos contradicen lo
que la Constitución misma exige, violentando así los principios fundamentales y
los DDHH en los que tiene que ver con lo económico, lo social y lo cultural;
por ende, entrever acciones muy debajo de la mesa sobre lo acordado
políticamente para nuestros pueblos desfiguran el equilibrio, el orden y
el desarrollo social, impiden la dinámica de una política coherente al servicio
de los conciudadanos que los ha elegido con su poder constituyente.
Quien le garantiza la función y supervivencia a todo acto
corrupto, son quienes avalan al corrupto, cuando el silencio impera, cuando se
participa de las prebendas y cuando se involucra de la ruleta logística de un
quehacer político que se centraliza en la primacía de los intereses particulares
desdibujando los comunes que lleven al desarrollo y a la sostenibilidad
comunitaria. Todo lo anterior se realiza a espaldas de los más distantes que
desconocen sus derechos constitucionales. Frente a tan nefasta realidad, pareciera
que la sociedad estuviera cegada, acostumbrada y hasta con la tarea de favorecer
dichos ejercicios de contradicción al principio jurídico de los ciudadanos, sin
tener doliente colectivo que afronte la exigencia de aplicar la legalidad y la
trasparencia con orden y compromiso político.
Por tal motivo, para concluir es
posible decir que para atacar tal cáncer crónico de la corrupción que ha
logrado dominar la conciencia colectiva desde la índole educacional y cultural siendo
el eje principal que amenaza permanentemente el desarrollo de los ciudadanos y
del Estado en su autoridad y credibilidad política, no solo tiene principios de
responsabilidad en los poderes que gobiernan, sino en la mente individualizada
de cada ciudadana que inciden en las bases sociales, por ende, como sociedad
debemos despertar con urgencia y comprender la necesidad de ejercitar la área
de acabar con dicho cáncer desde las bases, esto es posible si:
Desde la
educación se trasforma al actor individual, ya
que este argumenta, desarrolla y permite
desde su conciencia de ciudadano tales conductas. Educar en lo legal, lo
correcto, lo justo, lo verdadero, lo constructivo puede llevar a las nuevas
generaciones a concebir un tipo de conducta de beneficio y no de
aniquilamiento; esto debe hacerse porque la corrupción existe ya sea porque puede
ignora su carácter de responsabilidad social, porque comercializa sus
argumentos de responsabilidad social al mejor postor, desvinculándose así de su
derecho de exigir trasparencia y patrocinando el atraso comunitario; y/o porque
asume un cierto desinterés por instaurar luchas desde sus derechos como las herramientas
jurídicas que le da el mismo Estado, que al final general poca importancia al desarrollo
de sus mismos territorios a mediano y largo plazo.
Y por último, es necesario aprender a construir de manera
pública las acciones que favorezcan el
desarrollo hacia lo Colectivo, aquí se necesita un empoderamiento de lo
político para que dentro de tal ejercicio que parte de la individualidad hacia
lo comunitario, se generen acciones que contrarresten a las que impiden el equilibrio,
desarrollo y la sostenibilidad social, ya que se asume el papel protagónico de
las comunidades que han de garantizar el desarrollo de sus territorios.
*
Lic. En Teología de la Universidad Santo
Tomas de Aquino (Bogotá), Maestrante en Educación y Derechos Humanos de la Universidad
Autónoma Latinoamérica de Medellín; Delegado de la Pastoral Universitaria
diocesana. Diócesis de Sincelejo; Tutor. Universidad Santo Tomas Caud Sincelejo;
Asesor Espiritual Universitario y Docente ocasional de Ética Empresarial.
Universidad de Sucre.
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