MILAGRO, MILAGRO, MILAGRO…


El rescate de los 4 niños vivos en plena selva del Guaviare, que durante 40 días en una relación humana de sobrevivencia y de búsqueda concluyeron con la acción milagrosa de la vida, es algo que, para cualquier transeúnte en el país tiene interpretación que conmueve el alma de sentimiento humano, familiar y patriótico, llenando de Fe y de Esperanza nuestra historia personal, pero también de colombianos. Sí, la historia que hoy tiene una lección más, producto de unas dinámicas estructuradas, discernidas y construidas dando un resultado que solo sería posible con la transversalidad de un mismo criterio el de la Unidad y del Propósito Común; esa que -en este caso- construyo el Ejercito Nacional, la Guardia Indígena, los organismos Civiles y la misma sociedad colombiana dándonos una cachetada como lección frente a las incongruentes acciones y realidades de una sociedad que sigue viviendo en el atasco de la violencia que hostiga y destruyendo vidas, proyectos y progresos.

Ahora bien, más allá de cualquier tipo de interpretación subjetiva que parta de esta realidad de ahora en adelante, no podrá desestimar, tal lección de humanidad, y que, como colombianos y desde los territorios debemos aprender como medida de solución para salir adelante; la enseñanza de una Unidad y del Propósito Común, que como criterio fundamental, es necesaria para lograr cualquier tipo de metas que permitan la realización misma de la vida, ya sea individual y/o colectiva, lección que debe ser aplicada también en la tarea incesante de la Paz y la Reconciliación Nacional de la cual no se puede bajar la guardia, pero si ponerse a disposición. 

Durante la historia colombiana nos hemos dado cuenta de las imposibilidades sobre las luchas por el logro de una paz que de verdad plantee unos caminos basados en la justicia social, la equidad y de políticas claves que protejan la vida, los derechos y el desarrollo como país, tales luchas por materializar estas convicciones se hacen tan preponderantes frente a comprensiones y acciones que durante décadas solo han generado realidades de violencia, no solo la armada que deja miles de muertos y un sinnúmero de consecuencias para los territorios, sino también la violencia política que fortalece un país sometido a la polarización peligrosa que busca limitar las libertades y el orden en los territorios. Aunque la sociedad colombiana no quiera tener memoria de estas realidades, existan inspiraciones que nos surten el propósito para trabajar hacia el beneficio de lo colecto, y aunque se vivan atascados de las emociones tristes de un pasado que no hemos superado en el presente, es necesario hacernos responsables de la construcción del país que queremos. Un ejemplo en el presente de Fe y Esperanza sobre el milagro, milagro, milagro del camino constructivo  de la Paz y al Reconciliación Nacional es el de haber llegado a dos 2 acuerdos fundamentales por parte del ELN y el Estado colombiano el cual involucra la: la Participación de la Sociedad en la Construcción de la Paz y Cese al Fuego Bilateral, Nacional y Temporal; ciertamente para un país tan complejo como el nuestro y dinamizado por el conflicto armado, construir la paz y la reconciliación requieren de un trabajo integral cuyo diseños y estrategias dadas desde el encuentro y el dialogo, permitan el garantizar acuerdos que pactados generen resultados que han de cumplirse y permiten un avanzar con seguridad y compromiso, así como sucedió con la búsqueda de los 4 niños en la selva del Guaviare; aunque esto no sea poco he imperfecto, significa mucho frente a la violencia armada que sigue dejando muertes y secuelas que en la historia serán muy difíciles de superar, por lo que, cualquier acción que promueva un paso hacia adelante para construir la Paz y la Reconciliación Nacional es un acto que genera Fe y Esperanza y que aun podemos soñar por el país que queremos, por la vida querida, y que queremos tener en el país que queremos.

Hace necesario entonces considerar que, como sociedad colombiana, debemos ser los veedores directos de estos acuerdos significativos, el cual, proyectan el camino hacia el dialogo incluyente para el logro de la Paz y la Reconciliación Nacional. Por lo que, los grupos violentos y el Estado Colombiano, deben dar todas las garantías en el tiempo, en la pedagogía y la acción, y en la veracidad de la información, para que desde el discernimiento y la comprensión colectiva, sea el pueblo colombiano quien de la verdadera legitimidad a un trabajando profundo y varadero que aunque atraviese obstáculos de diversas índoles, evidencia el camino trazado para un pasar la página de la confrontación armada y escribir nuevos capítulos de una Paz Plena, cuyas consecuencias, den al país la vía libre para el desarrollo integral de nuestros pueblos, libres de la opresión de la guerra y trazados en la línea de la paz y reconciliación sea justa y verdadera. Todo un reto para una sociedad colombiana que persiste vivir en la polarización, en los intereses no comunes, en las estrategias engañosas, en un gobierno que vive culpando a todo el mundo de sus intríngulis que para el común de los ciudadanos no entendemos, de las artimañas políticas que se hacen en el centralismo bogotano y desprestigian las verdaderas necesidades de la sociedad y en el desinterés colectivo, que se niega asumir responsabilidades desde las tareas mínimas desde los territorios. Una realidad así, no nos permite trabajar en la Unidad y el Propósito de la Común para encontrar el logro de un milagro, milagro, milagro, como encuentro y logro de la Paz y la Reconciliación Nacional.

Es por eso, que considero que la lección del rescate de los 4 niños, existe todos unos elementos de aprendizaje donde la fuerza y perseverancia de los hombres del Ejercito Nacional, de la Guardia Indígena, de la preparación canina de Wilson, y otras intervenciones divinas y/o de naturaleza, y de la misma niña Lesly que cuido a sus hermanos y otras circunstancias, nos enseñan a entender que todo es posible cuando se apuesta por el milagro de la Vida. De ahí  que como ciudadanos de este país debemos rehacer la tarea de poder aprender y actuar desde el principio de la Unidad y el Propósito de los Común, lo cual, es posible con la Fe y la Esperanza la trasformación de un país que deslegitime por completo la violencia, sea cual sea su causa y consecuencia, y asumiendo con responsabilidad el enorme esfuerzo de construir los caminos de la paz verdadera aunque imperfecta; esto exige, bajar el tono de todo aquello que nos violenta como sociedad y que muchas veces proviene de los micrófonos ya sea del Estado, de los partidos políticos, de los grupos ilegales, de las Iglesias, de las Instituciones, de los medios de comunicación, de las redes sociales y de los demás espacios colectivos que hoy más que nunca deberán trabajar como instrumentos que tengan un espíritu social que promuevan la paz y la reconciliación surtiendo así el reaprender a encontrarnos para escucharnos, y con sabiduría y razonamiento integrales, centrarnos y trabajar de manera mancomunada, porque la Paz y la Reconciliación puedan crecer bajo la certeza de un trabajo colectivo que nos una a todos. 

Que esta experiencia nacional, bálsamo en medio de las oscuras realidades presentes, nos permitan exigirnos, seguir apostando por el propósito que ha de estar por encima de los intereses particulares, pensando siempre que la obligación social de todo cristiano y ciudadano dentro de una sociedad como Estado social de derecho, sea siempre la dejar huellas que lleven a otros al encuentro con la esperanza del gran milagro, milagro, milagro; del milagro de una Paz y una Reconciliación colectiva que haga de nuestro país una sociedad cambiante para las futuras generaciones.

 


Comentarios

Entradas populares de este blog

SIEMPRE SERÁ POSIBLE TRABAJAR POR LA PAZ Y LA RECONCILIACIÓN DE ESTE AMADO PAÍS.

Reconocer, perdonar y reconciliar, es el camino, un costo colectivo como sociedad colombiana.